El 1 de marzo de 2021 Mirian Montero entraba por la puerta de la farmacia ubicada en la calle Concejo de Ceclavín como nueva propietaria. «Al principio los clientes pensaban que yo era una especie de becaria», cuenta entre risas. No se lo toma a mal. Habla con voz suave. Es sonriente y de gesto amable. Hasta parece que se sonroja cuando se le expresa admiración por lo que acaba de conseguir. Pero la desconfianza inicial de los vecinos ya se ha disipado. Durante la entrevista varios acuden al establecimiento y Montero saluda a todos por su nombre y entabla conversación con facilidad preguntándoles cómo les va todo.

«Esto es un sitio pequeño y en seguida acabas conociendo a la gente, somos una familia. La farmacia rural es bastante más humana, mientras que en la ciudad es todo más frío porque el cliente está más de paso», dice esta joven zarceña de tan solo 24 años, que confiesa que siempre le ha tirado más el pueblo que la urbe.

Estudió Farmacia en la Universidad Alfonso X el Sabio de Madrid. «Fue un golpe de suerte, la carrera me encontró a mí antes que yo a ella. Desde pequeña me ha gustado mucho la química y la biología. Me encanta este oficio, no lo cambio por nada. Es un sueño hecho realidad». La joven farmacéutica asegura, no obstante, que se siente ilusionada y cómoda con su proyecto. «Le doy millones de gracias a mis padres que me avalaron el local porque si no, a mi edad ¿de dónde iba a tener ahorrado?. Me apasionan las facetas del farmacéutico que son servicios al paciente, hacer de psicóloga», relata.

«María Eugenia, una auxiliar, una chica que trabajaba con la anterior titular ahora está aquí conmigo». La botica es la casa de muchas personas mayores, «ahora más que nunca con la situación del covid las tenemos que cuidar». Acaba la entrevista y Mirian atiende tras el mostrador a sus paisanos. Ella es la esperanza del mundo rural.