Lunes, tres de la tarde. En la gran explanada del hostal-restaurante Portugal II (ubicado en la autovía de Extremadura en el kilómetro 200), se pueden observar numerosos vehículos aparcados. Es una de las casas de comidas estrella de los camioneros y, de paso, de los trabajadores que buscan una buena cocina con comida a un precio asequible.

Antes de llegar a la barra y sentarse en la cafetería se pasa por una taquilla, donde hay una surtida carta con el mejor producto extremeño y allí se puede realizar el pedido. ¿Qué menús son los que más demandan los clientes? «Comida casera, caliente y contundente. Nosotros disponemos de unas tres o cuatro opciones de primeros y de segundos. Trabajamos las 24 horas del día. Además tenemos servicio de gasolinera y hotel», explica amablemente Alejandro Martín Sánchez (sobrino del dueño).

Cuenta la historia del local: «Un hombre al que conocían como El Gallego levantó la persiana de este afamado establecimiento ubicado en el municipio cacereño de Almaraz. Se fundó en 1973. Dejó el negocio porque vio un gran nicho de mercado en Valdecaballeros (Badajoz), ya que en ese momento estaban construyendo la central nuclear allí… pero nunca se llegó abrir».

Y continúa: «Mi tío José García Calzada le compró el bar-restaurante (por aquel entonces era encofrador de la central nuclear almaraceña) y posteriormente se sumaron a la empresa mi padre Alejandro y otro tío mío que se llama Gregorio. José María le puso el nombre de Potugal I y al quitar la nacional quinta y hacerla autovía abrieron el Portugal II. En ambos sitios trabajan un total de 25 personas (antes había 30)». Saben del oficio. Su filosofía: tener contentos a los clientes y a los empleados.

Alejandro apunta que entre los camioneros, los empleados de la central y la cantidad de extranjeros ya poseen una gran familia. Durante el estado de alarma lo pasaron fatal aunque destaca y agradece al personal que pasó por su local en los tiempos más duros del covid-19. ¿Sobre el cierre de la central? Responde con claridad sentado junto a este diario en una mesa. «Es una putada, porque aquí hemos llegado a servir 300 comidas diarias gracias a ellos en este restaurante, y en el otro igual».

Señala que las placas solares no mueven a tantas personas. Y no sin nostalgia se acuerda de sus clientes ornitólogos: alemanes, ingleses, finlandeses... Todos ellos se acercan a ver las aves que se encuentran por la zona debido al microclima de la central. «Es un sitio estratégico por la cercanía a La Vera, Trujillo y Plasencia», zanja Alejandro con su característica amabilidad.