La creatividad es una de las capacidades más destacables de Maximiliano Curiel Sánchez. El talante y la figura física de un gran escultor suele ser inseparable de su obra, como si su primera obligación consistiera en esculpirse a sí mismo. De cerca todos los grandes escultores parecen lo que son, pero Maximiliano lo parece también de lejos. Atiende al Periódico en su casa de Deleitosa. Si lo tienes delante y le oyes hablar es simplemente ese extremeño majo, alegre y campechano. Ha tocado múltiples facetas, por eso es difícil definirlo con una profesión sola. Incluso el término artista, se le puede quedar corto. Modelista del corcho, agricultor y pintor en Francia

Un museo. ALBERTO MANZANO

Tras la charla, nos muestra sus talleres en la calle Párroco don Manuel y en el número 3 de la Eugene Smith. Comprometido con las causas del mundo rural, cada pieza que realiza siempre lleva un mensaje. Cada obra tiene algo que la hace especial y diferente. Desde unos años se dedica a elaborar auténticas filigranas por pasión, barcos, la Torre Eiffel, fortalezas, cestos, merenderas (donde los antiguos campesinos llevaban las comidas), entre otras muchas. 

A modo de calabazas ALBERTO MANZANO

«Estas cosas me entretienen, me relajan», destaca quien acaba de cumplir 80 años. «Siempre trabajé, eso es cierto. Para que no le faltara de nada a mi familia (Herminia es su mujer, tienen dos hijos y cuatro nietos). «El corcho ha sido un material decisivo para el mantenimiento del vino en botella. Existen numerosos tipos, se utilizan para un montón de cosas, como tapones. Este que yo trabajo es para darle forma y molerlo, supone una mano de obra costosa y un gran esfuerzo de fabricación», relata con orgullo.

Todo un artista. ALBERTO MANZANO

El material lo saca del alcornoque, «que nos presta su corteza y tarda alrededor de nueve años. Aquí todo es natural, nada de aglomerados», apunta. En la remota antigüedad los bosques eran espacios sagrados. Los druidas de la cultura celta, desde la edad del hierro, eran conscientes de que los árboles poseían almas o sombras, masculinas y femeninas, que estaban presas en los troncos y estos hechiceros celtas solían realizar ensalmos para rescatarlas, como hace hoy este artista con sus herramientas

Una merendera. ALBERTO MANZANO