Todos tenemos en la memoria olfativa claros recuerdos de aromas de nuestra infancia en el pueblo: el bizcocho que horneaba nuestra madre o abuela, la ropa blanca colocada en el armario con manzanas, membrillos o pastillas de jabón y algunos otros que, si no en casa, dominaban lugares que frecuentábamos. Pero quizá, más que nada, el batiburrillo de aromas más representativos era cuando nos mandaban a un recado y entrábamos a uno de aquellos entrañables y polivalentes comercios de los pequeños municipios.

Hoy El Periódico Extremadura viaja hasta Deleitosa para conocer el Bazar de Andrea, situado en la plaza de España. Dice con humildad que no es una institución, pero no niega que su negocio es un ultramarino de referencia en esta población. Marifé Barquilla García es la responsable del establecimiento.

Ella es francesa y habla el idioma a la perfección. Estuvo dos décadas en Casas de Miravete; sus padres compraron un restaurante allí que se llamaba Torre Eiffel, después se casó con un deleitoseño y lleva ya en el pueblo alrededor de 20 años. Antes su negocio se encontraba en otro local y desde hace dos años se trasladó a la ubicación actual.

El comercio de la Plaza España puede tener un siglo de existencia. Lo llevó Miguel Romero

Dicho comercio fue la tienda que regentaba el señor Miguel Romero; «y puede tener alrededor de 100 años. A la gente no se le mete en la cabeza que en la era de los grandes centros comerciales se echa en falta la cercanía, el servicio de calidad y la atención personalizada que solo puede ofrecer el comercio local. Un sector que para ser competitivo necesita ofrecer un servicio excelente al cliente, porque ya no basta con disponer de un buen producto», señala con orgullo, «los ultramarinos son el Amazon rural».

Asegura que se encuentra «muy bien aquí». Mientras echamos un vistazo a la tienda, que ocupan lustrosas estanterías repletas de conservas, aceites, galletas, panes, objetos de ferretería y papelería, gominolas, y otros géneros buenísimos. Los ultramarinos eran, sobre todo, eso: olores. Y, desde luego, forman parte de nuestras vidas, son útiles para urgencias y para el día a día.

Estuvo en Casas de Miravete;sus padres compraron un restaurante allí llamado Torre Eiffel

El pequeño comercio es mucho más que una tienda: confluencia vecinal, gabinete de psicología, confesionario laico, pozo de lágrimas y huerta de sonrisas y risas, tejedor de comunidad, regadío contra la desertización y fragua de amistades. 

Aquí poseen de todo, por supuesto no falta la prensa, ese servicio social del que nunca debemos prescindir. Nos despedimos de Marifé sin resistirnos al estupendo pan y las magdalenas