La conversación literaria con José María Guelbenzu deriva en la política, en su rechazo a la derecha autoritaria española, en la crítica a una Iglesia que, según el escritor, mantiene sus resortes de poder y en su admiración por la democracia de Estados Unidos.

La conversación había llegado a la política porque el tema de los retrasos de España empezaba a repetirse: España había llegado tarde los movimientos renovadores de la literatura (el romanticismo, las vanguardias del primer tercio del siglo XX) o a géneros literario, como el policiaco, y de ahí saltó el escritor a retrasos científicos y, finalmente, políticos.

La presencia del escritor ayer en el Aula de Literatura José María Valverde de Cáceres coincidió con la aparición de su última novela, El cadáver arrepentido , un policiaco que constituye la tercera entrega de la serie protagonizada por la juez Mariana de Marco. "En España --explica Guelbenzu-- no había tradición de investigadores inteligentes ni criminales inteligentes, así que pensé que una juez podría ser la protagonista de una novela policíaca de inspiración anglosajona, algo que quería escribir desde hace muchos años".

Rebelión

Ha sido el personaje "tan interesante" de esta mujer el que ha tirado del capricho cumplido de Guelbenzu y le ha llevado a escribir otras dos novelas más. Eso sí, con un nombre inequívocamente propio como autor. El escritor de novelas policiacas firma como J. M. Guelbenzu y el de las "novelas con ambición y riesgo", como José María Guelbenzu.

El novelista ambicioso sigue pues vivo. Es el que en 1967 publicó la experimental El mercurio . "Fue un gesto juvenil, como una rebelión contra la literatura adicta al régimen o a aquella otra de protesta, de denuncia que se escribía entonces". Pero el gesto sólo le duró una novela más, Antifaz . Entonces dejó de experimentar sobre el lenguaje y empezó a trabajar sobre la estructura de la novela. "Y ahí sigo".

La noche en casa y especialmente El río de la luna fueron dos de sus obras más conseguidas. La confirmación novelística de Guelbenzu se produjo en un momento de inflexión de la novela en España. En los años 80 algunos escritores recuperaron lo que dieron en llamar el placer narrativo, el gusto por contar, como reacción al experimentalismo agotado de una parte de la literatura española de la época. "Estoy en contra de esa idea de la narración pura, de contar cosas", contesta Guelbenzu. "Beckett contaba historias, Faulkner, Musil, Kafka también lo hacían. ¿Qué quieren decir cuando dicen que hay que contar cosas? ¿Escribir novelas de capa y espada, policiacas, contar a la manera decimonónica, pero mucho peor? Eso es algo de escritores ineptos"

En este terreno no se salvan tampoco los editores. Recuerda al alemán Fischler, para quien la labor del editor es hacer leer al público lo que no quiere leer. Hoy sucede lo contrario. "Están al servicio del cliente. También el escritor, que debería hacer ver al lector la realidad, o un aspecto de la realidad, de una manera distinta". Pero, concede, "esto ha existido siempre. Las obras que quedan son las que van contracorriente. Las complacientes repiten esquemas". ¿Y quién decide las que quedar? En el mundo anglosajón, los críticos y la universidad. En España, se lamenta de nuevo Guelbenzu, "la crítica es mala y va a peor, y la universidad...".

En la prensa diaria, Guelbenzu no ejerce pues de crítico sino de lector que cuenta sus lecturas, en este caso de narrativa extranjera. ¿Y qué le dicen esos libros del estado de la novela actual? "No saco conclusiones. Me limito a leer y decir lo que la novela dice; pero creo que la literatura más interesante que se está haciendo hoy procede del Este europeo, que son países en conflicto". Así, viene a concluir Guelbenzu, aquellos países en donde hay conflicto producen una literatura más interesante, y los países "felices", como España, dan "una literatura más complaciente y poco arriesgada".

La literatura de Guelbenzu, a pesar de su país, es, afirma él mismo, "arriesgada, ambiciosa, hecha de grandes representaciones de los grandes asuntos: el amor, el odio, la violencia, la venganza, la muerte y no de otros menores, como la misericordia, la caridad o las vidas mediocres".