Le gusta precisar las cosas con una intensidad que nada tiene que envidiar a la contundencia con la que su difunto combatía las injusticias de este mundo. Pilar del Río se niega a ser la viuda. Ella sigue siendo la esposa, la compañera de José Saramago. Y no. Según ella, al recién estrenado documental José y Pilar , dirigido por el portugués Miguel Gonçalves Mendes, que retrata con humor y melancolía la cotidianidad de la pareja en los últimos años de su vida en común, no se le debe llamar así. "Me hablan de documental y pienso en dos cebras copulando a las cuatro de la tarde", asegura. Es una de tantas bromas de esta granadina temperamental para conjurar la tristeza.

--La película se abre con una imagen muy emocionante en la que Saramago mira a cámara y dice: Nos encontramos en otro sitio. ¿Es una clave secreta?

--Nosotros hablamos tantas veces de que nos encontraríamos en los cuadros que hemos mirado juntos, en los objetos que acariciamos, en los libros que hemos leido. Y ahora estamos convencidos de que el aire que hemos respirado va a seguir siendo el mismo. Ahí nos encontraremos, en esa vida plena.

--A lo largo de toda la película planea la melancolía de la muerte cercana. ¿Su marido era consciente de ello?

--Creo que ese tema le preocupaba más al director que a José. Para él, la muerte era un hecho biológico natural para el que estaba preparado. No tenía miedo, pero sí rabia.

--"Me cabrea, me cabrea" afirma tajantemente.

--Sí, le cabreaba, pero lo asumía.

--Pero necesariamente el espectador interpreta lo que ve en función del fallecimiento de Saramago.

--La película no se tocó tras la muerte de José. Ya estaba montada cuando ocurrió. Se hizo como una exaltación de la vida y él llegó a ver el montaje prácticamente definitivo.

--¿Es capaz de verla ahora, sin él?

--Yo estoy anestesiada. La he visto más de 20 veces y cada vez que la veo me siento más feliz. Percibo todos los olores, los estremecimientos de aquellos días. Yo veo la película y es como la magdalena de Proust. La voy mojando en las imágenes y no siento pena. Al revés, me encanta.

--El Saramago que se asoma en la película es mucho más cálido que ese hombre triste y enfadado con el que le suelen relacionar.

--Este verano, en los encuentros de Formentor, en Mallorca, me invitaron a hablar del género autobiográfico como forma de enmascaramiento del escritor y les dije que lo sentía mucho pero que José Saramago es un yo sin máscara. El es la persona que vive de forma modesta y humilde de la misma forma que lo hace el intelectual. No hay un intelectual que se encarama y un hombre sencillo. Son la misma persona. Con la misma actitud ante la vida, ante el amor y las grandes mentiras que nos han contado para hacernos dóciles y obedientes.

--Entonces, ¿no era una persona difícil y distante?

--En absoluto. Esa es la imagen que ciertos medios de comunicación quisieron dar de José. Se puede ver en la película. El es la persona que se somete con paciencia a las entrevistas, que contesta generosamente a la más estúpida de las preguntas, que responde sin alterarse al requerimiento de: Oiga, por favor, ¿me podría resumir su novela? .

--¿Qué le dice el tópico de la gran mujer agazapada tras la espalda del gran hombre?

--Creo que delante de un gran hombre hay muchas mujeres. Para empezar, la que lo ha parido y otras muchas que le han allanado el terreno para que pueda escribir.

--Vargas Llosa lo recordó en el discurso del Nobel.

--Está claro que nunca conoceremos los libros que Patricia, su esposa, hubiera podido escribir de haberle interesado hacerlo. Pero también es verdad que lo que sí sabemos es lo que nos hubiéramos perdido si Vargas Llosa se hubiera tenido que dedicar a hacer las maletas y comprar los pasajes, en vez de trabajar en sus libros.

--En el filme casi duele ver a un Saramago sufriente y enfermo que no deja de viajar, de vivir en los aviones. ¿Para qué?

--José lamentaba no ser el autor de la frase de Paul Ricoeur: El otro es como yo y tiene derecho a decir yo . Salvo en España, él no viajaba para presentar libros, ante el cabreo generalizado de sus editores. El viajaba por solidaridad a las causas en las que creía.

--En esa entrega, compone casi una contradictoria figura religiosa, un Cristo laico.

--Era un cristiano sin religión y quizá por ello la persona más profundamente cristiana que he conocido nunca. Es verdad que no creía en la trascendencia, en el pecado ni en Dios. Pero hizo una impresionante donación de sí mismo viviendo sin ningún lujo, entregado a sus causas. Catorce días antes de morir, lloró cuando se enteró que Henning Mankell formaba parte de la flotilla de la paz que había ido a burlar el bloqueo de Israel a Gaza.

--Las cámaras también le siguen en su reconciliación con Portugal.

--Pero yo creo que eso no está bien contado. José nunca tuvo problemas con su país. José tuvo problemas con el Gobierno de derechas de Cavaco Silva.

--Sea como fuere, esa idea caló en la opinión pública.

-Yo he viajado por todo Portugal con José y siempre le han tratado con mucho cariño. Unos meses antes de morir hicimos el viaje del elefante, llegamos hasta Valladolid tratando de abrir una ruta en una zona de Portugal muy deteriorada y empobrecida, donde nadie viajaba. Llegamos allí en un microbús con unos amigos y, cuando bajábamos, despertaba pasiones. Se convertía en el hombre levantado del suelo, en el semejante. En realidad, la primera reconciliación oficial con Portugal ocurrió hace unos 10 años, justo es decirlo, con otro gobierno de derechas, el de Durao Barroso.

--Y a Pilar del Río le toco ser la Yoko Ono de esta historia. La mujer que le apartó de sus amigos, de su país y que le secuestró en Lanzarote.

--Habrá gente que me deteste pero yo no he notado una especial animadversión. También es verdad que durante años he sido muy invisible, no por mi voluntad. Pero todo eso va a cambiar.

--¿Cómo es eso?

--He pedido la nacionalidad portuguesa y me ha sido concedida. He recibido cartas muy cariñosas, un editor me dedicó una frase de José: Siempre se llega al lugar donde nos esperan. Bienvenida a la nacionalidad portuguesa . Y en un libro sobre los cien años de la república portuguesa, se incluye una foto mía como la última adquisición del país.

--¿Es esta película un testamento?

--El otro día me regalaron un libro electrónico con todos los libros de José y me puse a picotear en ellos, releyéndolos . Me dio la sensación de que todos eran testamentarios, incluso los más tempranos. Pero eso lo veo ahora, antes jamás lo percibí. Hace poco escribí el prólogo de El último cuaderno , el libro que saldrá en febrero y que yo iba traduciendo mientras él lo escribía. Entonces tampoco vi que en esos textos él se estaba despidiendo, queriendo fijar lo que para él significaba el ser humano.

--¿Y ahora qué? ¿Cómo afronta el futuro?

--Hago lo que José me pidió, continuarle. Eso es lo que me dejó.