Cuando Carlos Marqués-Marcet estaba estudiando, se dio cuenta de los pocos partos reales que había visto en cine. Fue entonces cuando descubrió una pieza del cineasta experimental Stan Brakhage, Window water baby movie (1959), que documentaba el nacimiento de su hijo. El impacto que le produjo fue enorme y esa idea se quedó ahí, en su cabeza. Así que cuando su actor fetiche y amigo David Verdaguer le dijo que su chica, María Rodríguez Soto, estaba embarazada, se plantearon una loca posibilidad: «¿Y si hacemos una película que testimonie todo ese proceso y que intente radiografiar los cambios a los que se ha de enfrentar una pareja durante ese periodo en el que las alegrías y las incertidumbres se dan la mano?»

Así surgió El día que vengas, el tercer largometraje de Marques-Marcet que, después de pasar por Róterdam, se presenta en la sección oficial de Málaga, un certamen en el que el director triunfó con su ópera prima, 10.000 km, en el 2014.

Desde el principio se planteó como una ficción. Tanto Verdaguer como Rodríguez Soto interpretan unos papeles, pero el seguimiento del embarazo es real. «Tengo la sensación de que la película se ha hecho a sí sola, de forma orgánica. Nosotros solo hemos ido siguiendo el desarrollo de ese bebé hasta su nacimiento», cuenta el director a EL PERIÓDICO.

Al principio no tenían clara la historia, pero sí las preguntas que querían afrontar: ¿cómo podemos entender la experiencia del otro? «Es una cuestión casi entomológica, filosófica, que al fin y al cabo conecta muy bien con mis anteriores trabajos junto a David. Pero en esta ocasión, se trataba de algo más explícito. Desde la perspectiva masculina, ¿cómo puedes intentar entender qué significa llevar una vida dentro?». El director piensa que en los últimos tiempos hemos asistido a un cambio de paradigma y que la paternidad está siendo reinventada. «Ahora los hombres se tienen que resituar y replantearse su posición. ¿Qué peso tiene la palabra padre cuando estás intentando desmontar el patriarcado?», se pregunta Marqués-Marcet, a quien no le gusta que lo consideren un cineasta generacional, porque dice que es una excusa para centrarse en lo anecdótico y en lo banal. «Soy un director contemporáneo», dice.