El Periódico Extremadura

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Festival de Teatro de Mérida

Safo: quien yo fui, ya no soy

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Las primeras imágenes de 'Safo', segunda obra del Festival de Teatro Clásico de Mérida

Safo se muere. La gran artista muere. 

Mueres en Lesbos, una isla al final del mar Mediterráneo hace miles de años: siglo VII o VI antes de la era cristiana, la antigua Grecia. Eres poeta, eres música, cantas a las diosas, a Afrodita y a las musas. Cantas por encargo. Cantas en las bodas. Cantas la unión entre el novio y la novia. 

Se apagan las luces. Me van a contar una historia. No hay nada que me guste más en este mundo. Me van a contar una historia sobre lo que soy, sobre lo que ocurre y, si todo sale bien, esa historia me va a cambiar la vida. 

Compones diez mil versos. Solo sobreviven 192. La historia es muy larga y a veces guarda silencio. El mundo es del tamaño de un mar, aproximadamente. Un mar que tendrá una luz que se llamará Alejandría. Y un templo, Atenas. Y un camino que se llamará Roma. Y una tumba: Troya. 

Safo y el deseo. Safo y el origen. Safo, sáfico; Lesbos, lésbico. Safo serán las canciones de moda. Safo será la poeta. Safo será de piedra. En Roma, una estatua: casi una diosa. Casi una musa. 

Deseo y después busco. 

Los poetas aman tus fragmentos porque en el futuro amamos lo que está roto. Amamos lo que está roto. Solo tenemos trocitos de Safo. Solo una canción entera.

Como una manzana dulce se vuelve roja en la alta rama / alta en la rama más alta y los cosechadores la olvidaron / no, no la olvidaron: fueron incapaces de alcanzarla.

Este texto, imaginen, está escrito en pergamino o en un papiro o en una tablilla que se pierde y se rompe. Este texto es así, roto por todas partes porque esta es una obra hecha de pedazos. Caminamos por la vida con las sombras de nuestra infancia, pero también con las influencias y las tradiciones que nos legaron los demás. Hay una línea que va desde Safo a Aurora Luque y Anne Carson, pero también va hacia Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Marguerite Yourcenar, Josefa Ugarte, Eduarda Moreno, Alfonsina Storni, Clara Janés y más: Horacio, Catulo, Ovidio, Algernon Charles Swinburne, Ezra Pound o Carmen Martín Gaite (Te invocaron sin tregua / a lo largo de un río subterráneo / de palabras marchitas / que viene desde Safo y Rosalía / a morir en tu boca). 

Quien yo fui, ya no soy.

Y, sin embargo, todos preguntan: qué vamos a ver. En el elenco de Safo están, entre otras, Irene Novoa, Xerach Peñate, Lucía Rey, o Juliane Heinemann. Irene Novoa es multiinstrumentista y compositora; Xerach Peñate es percusionista; Lucía Rey es pianista y compositora; Juliane es guitarrista y cantante, con formación en danza y en jazz. 

Y hay actrices: Lucía Bocanegra, María Pizarro, Natalia Huarte. Y van a escuchar distintos acentos: acentos de fuera y de dentro, el idioma español con otros tonos, con seseos y haches aspiradas, con palabras entrecortadas y concisas, porque la diversidad (Safo influyendo a canadienses y gallegas) también está en lo que se dice: en la lengua de quien dice.

En la obra veremos mujeres que hacen música, actrices y una escenografía toda teñida de rosa, con columnas de tela fruncida y amarres que esperamos deshacer

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Qué vamos a ver. Veremos un papiro escrito en columnas, sin división de palabras ni puntuación ni alineación. Como decía Anne Carson. Leer un texto así es dificultoso, escribió cuando tradujo a Safo. Es eso, sí, pienso: esto es un papiro, fragmentado, hecho de fogonazos, de lo obsceno y de lo velado y del silencio.

Ven ahora a mi lado. Líbrame de la dura / preocupación. Y todo lo que quiere / mi corazón lograr, lógralo. Y que tú / mi aliada seas. 

Carson habla: «Safo fue una música. Su poesía es lírica, es decir, compuesta para ser cantada con el acompañamiento de la lira. Interpela a su lira en uno de sus poemas y menciona a menudo la música, las canciones y el canto. Los pintores de los antiguos vasos cerámicos la retratan con su instrumento. Los escritores tardíos le atribuyen tres inventos musicales: el del plectro, un instrumento para pulsar la lira; el de la péctide, un tipo particular de lira; y el del modo mixolidio, un estilo exaltado también presente en los poetas trágicos, que lo aprendieron de Safo. Toda la música de Safo se ha perdido».

Por qué no la podemos reimaginar en el siglo XXI. Por qué no podemos coger toda esta tradición que abandonó Grecia y se impregnó en todo el mundo occidental para crear a Safo y cantarla y utilizar todas las voces femeninas de la tierra. «Alguien me dijo hace poco: los artistas buscan matar al padre. Las artistas buscamos encontrarnos con la abuela», decía Marta Pazos, la directora de la obra, licenciada en Bellas Artes -piénsenlo cuando vean la escenografía, toda teñida de rosa, con columnas de tela fruncida y amarres que esperamos deshacer: en toda escenografía, aunque tape el frontal, hay un diálogo con el monumento- y una de las personas más interesantes con las que he hablado jamás. Marta Folguera, que ha creado los textos (y he citado en este artículo muchos de estos textos: qué bellos son, los textos) hablaba de una fiesta de las diosas. Una fiesta llena de belleza, hedonismo, placer, amor por los propios cuerpos (lo que cuesta amar los propios cuerpos) y, por supuesto, mucha música. 

Solo se conserva una canción entera.

Solo tenemos trocitos de Safo.

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