La cultura que nos viene

El vientre y el silencio

Blanca Portillo, en una escena de 'Silencio', que hoy se representa en Mérida, mañana en Cáceres y el día 27 en Badajoz.

Blanca Portillo, en una escena de 'Silencio', que hoy se representa en Mérida, mañana en Cáceres y el día 27 en Badajoz. / Juntaex

Menos tu vientre / todo es confuso. / Menos tu vientre / todo es futuro / fugaz, pasado / baldío, turbio. No soy capaz de leer este poema sin cantarlo como Serrat lo cantó. El vientre era el de Josefina Manresa, la viuda de Miguel Hernández. Luego tomaría pan y cebolla y caldo de cebollas, para alimentar al hijo. En mi facultad, Carmelo, que era de Cox, al lado de Orihuela, nos contaba que su abuelo y él eran amigos de la infancia, muy amigos y que, como los dos estaban presos, su abuela les visitaba en la cárcel, les llevaba comida. En su casa hay un montón de cartas de Miguel Hernández que la abuela nunca quiso donar a ningún sitio, porque para vosotros es el escritor pero para mí es mi amigo que mataron. Mañana sábado, a las ocho, en el teatro Nuevo Calderón de Montijo, Rosario Pardo representa ‘Los días de la nieve’, dirigida por Chema del Barco, escrita por Alberto Conejero, y ella será Josefina Manresa, cosiendo un vestido azul de mar. Era un proyecto pequeño que se convirtió, de pronto, en un exitazo: el primer monólogo de la carrera de esta mujer que no sabe quién inventó lo de que el trabajo dignifica, por mucho que ame su trabajo. Se estrenó en Quesada en el 75 aniversario de la muerte del poeta y Conejero se basó en las memorias de Josefina Manresa. Rosario Pardo tenía claro que había que hablar del poeta, sí, pero también de la mujer que se quedó viuda. Porque ellas levantaron el país: sus maridos estaban muertos. Ellas cosían, servían, hacían trabajos pequeños, sacaban a sus hijos adelante. 

La periodista Ángeles Cáceres, que escribió sobre Josefina Manresa y la visitó mucho, dejó dicho: «A Miguel Hernández lo mató España, y a su viuda y a su hijo los dejó pasar hambre y miseria durante muchos, demasiados años». Morena de altas torres, de alta luz y ojos altos, decía de ella Miguel Hernández. En el 42, cuando cumplió los 26 años, Miguel le escribió una carta y le dijo: «Ya eres vieja». Y luego cuenta: «Dos meses después murió y empecé a ser vieja de verdad». Vicente Aleixandre, el poeta, le enviaba de vez en cuando dinero y. a petición suya, algunos otros escritores la ayudaron, de forma esporádica. «Josefina lo recordaba con agradecimiento. Pero también con orgullo: ella nunca pidió nada». 

Le debemos la obra del poeta. Y les debemos la nación a esas mujeres que, como contaba Dulce Chacón, cuando ella quería que le narraran su historia, bajaban las persianas hasta el fondo, por si acaso, porque en España mucha gente ha vivido con el miedo en el cuerpo y muy callada.

Ese miedo a hablar es uno de los silencios más horrendos que existen. Hay silencios horribles: el de la incomprensión, el de las quemas de libros, el de la persona que grita mientras tú te mueres de terror o de vergüenza, el «ahora no te hablo», que es una de las armas más violentas que existen. 

Sucede que en el teatro, arte de la palabra pronunciada, el silencio se pronuncia. Sucede que el teatro puede pensarse y su historia relatarse atendiendo al combate entre la voz y su silencio. Sucede que en el escenario basta que un personaje exija silencio para que surja lo teatral; basta que, al entrar un personaje en escena, otro enmudezca; basta que uno, requerido a decir, se obstine en callar. Si el silencio es parte de la lengua, lo es, y determinante, del lenguaje teatral.

El párrafo anterior no lo he escrito yo -ojalá escribiera yo como Juan Mayorga-. Después de adaptar, versionar y escribir infinidad de obras de teatro (una ‘Fedra’, un ‘Reikiavik’, un ‘El cartógrafo’, un ‘Inmensamente azules’ o un ‘La paz perpetua’ -cuya versión en ópera, que ha compuesto José Río-Pareja, se estrenará en Extremadura: ya vimos un avance gracias a Jordi Francés y Sonido Extremo- y muchísimas otras), entró en la Real Academia Española y leyó un discurso magnífico que se titula ‘Silencio’. Hoy viernes día 13, en la Sala Trajano de Mérida. a las ocho y media; el sábado 14, en el Gran Teatro de Cáceres, también a las ocho y media y el día 27 en Badajoz, a las nueve de la noche, en el teatro López de Ayala, Blanca Portillo la representa. Y él la dirige. Veremos a Portillo interpretar a la Bernarda y a Adela, alguna obra de Chejov, varios personajes de Antígona, y definir de maneras distintas qué pasa en un escenario cuando los conceptos y las teorías son distintos, aunque las palabras sean las mismas. 

La perla

El Dúo del Valle debuta con la Orquesta de Extremadura (OEx), dirigidos por Andrés Salado, de quien se deshacen en elogios. Son hermanos, son pianistas y se llaman Víctor y Luis del Valle. Interpretarán una pieza a cuatro manos de Brahms (realmente es el ‘Concierto para piano a cuatro manos y orquesta de cuerdas’, después del cuarteto op.25 en sol menor de Johannes Brahms de 2016 de Richard Dünser) y el concierto se completa con su ‘Primera Sinfonía’ y lo pudimos ver en Badajoz, ayer y hoy en Mérida, a las ocho de la tarde en el palacios de congresos. Los dos hermanos llevan más de veinte años tocando juntos, han recorrido todo el mundo y siguen debatiendo muchas horas cómo interpretar cada pieza. Un espectáculo verlos crear música.

John Lennon grabó un minuto de silencio. John Cage compuso una obra llamada ‘4:33’ en la que un músico tiene que dejar mudo su instrumento durante exactamente 4 minutos 33 segundos: está hasta en Spotify. Hay silencios que hacen a los espectadores revolverse en sus butacas. Hay países sobre los que volcamos un silencio asesino, como Afganistán (qué hace la comunidad internacional con Afganistán además de ser muda). 

Juan Mayorga piensa en teatro. Cuando oye, cuando mira, cuando lee otros libros. Y ese teatro gira y gira y nosotros podemos estar en una butaca pensando en las palabras que se dicen y las que no se dicen y qué tipos de silencios queremos que gobiernen nuestras vidas. 

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