Periodista

No me digan que la que contamos hoy no es una historia alucinante. Y es que el deporte tiene también esta cara, la simpática, ahora que corren malos tiempos, con incidentes como los ocurridos en Barcelona. Si yo fuera Gil, haría socio de honor a Faustino, un tipo singular al que le puede la pasión atlética, y que la manifiesta de forma tan grandiosa. Ni la mismísima Carmen Sevilla tiene tanta gracia a la hora de sacar partido a las ´ovejitas´.

Contra el cerdo del Camp Nou, las ovejas cacereñas. El paralelismo en clave animal tiene esta versión catalana-extremeña tan llamativa y tan irrelevante. Porque el deporte es sólo un juego, en el que los dramatismos no deberían tener cabida. Sin conocer a las protagonistas, estoy seguro de que los días que pierde el Atlético encajan el golpe deportivamente. Eso sí, como es normal, las pobres ovejas tendrán un pequeño disgusto. El mismísimo Jesús Gil, últimamente más tranquilo y menos pendiente de los árbitros, puede haber aprendido de ellas. No me extrañaría que así fuese.