Si el Barcelona hubiera marcado un gol en los 24 remates que realizó en Málaga y otro más en los 34 que intentó contra el Madrid, dispondría de 16 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado cuando quedan tan sólo 21 puntos en juego. Con dos victorias en las últimas siete jornadas tendría suficiente para cantar el alirón. Ahora necesita cuatro como mínimo, siempre y cuando el Madrid, el más próximo, gane los próximos siete partidos.

Esos 58 remates en la Liga se han traducido en un ridículo gol, el de Ronaldinho el pasado sábado, y de penalti. La ineficacia azulgrana se ha repetido en Europa. Los hombres de Rijkaard remataron 15 veces al Benfica y no obtuvieron ningún rédito, lo que les obliga a un sobreesfuerzo el miércoles para acceder a las semifinales.

Pero la alarmante falta de puntería que exhibe el equipo no genera ningún tipo de inquietud dentro del vestuario. Frank Rijkaard disculpó el bajísimo índice de acierto de un equipo que lleva un gol en tres partidos cuando alcanzó un promedio realizador durante esta temporada de 2,47 goles por partido. "En absoluto estamos preocupados por las ocasiones que hemos fallado, lo importante es crear esas ocasiones", manifestó el domingo Deco después del entrenamiento. Una frase que repetían Rijkaard y el resto de jugadores del conjunto azulgrana.

El entrenador, sin embargo, advirtió en el equipo el sábado una creciente ansiedad por batir a Iker Casillas lo que desembocó en un juego precipitado y poco elaborado que facilitó la labor defensiva del eterno rival. Se espera que esto no se repita mañana: está en juego la supervivencia en Europa, en la continuidad de un sueño para ser el campeón continental.