Tengo la sensación de que he estado ya por aquí antes, pero solo es una sensación, una de tantas que estos días asoman por nuestras cabezas. ¡Cabeza! Cabeza es lo que debemos tener ante esta situación, no dejar que los pensamientos se conviertan en un arma de destrucción masiva, otra más, porque para eso ya nos hemos topado con este dichoso ‘bicho’.

Lo entiendo. Son días de incertidumbre, de preocupaciones elevadas al máximo exponente, de dar forma y significado a siglas o conjuntos de palabras que desconocíamos: COVID, ERTE, Estado de alarma, confinamiento… Vamos a ver el lado positivo de todo esto, que, aunque haya que buscárselo entre costuras, seguro que lo tiene, os lo digo yo, por experiencia.

A mí la vida me ha castigado dos veces con la fría camilla de un quirófano y me ha hecho confinarme en casa durante periodos largos de tiempo, que a veces se alargaban por mucha voluntad que yo pusiera. Y os puedo asegurar que de ambos he salido más que reforzado. Descubrí que en casa se puede entrenar, le di utilidad a cartones de leche, botellas de agua, sartenes, cámaras de bici, sillas, muebles… Descubrí el valor de la amistad cuando un amigo tocaba a la puerta y venía a sacarme unas risas, me sentí arropado por los míos y por su empeño en sacudirme los miedos que a días me bombardeaban la cabeza con la eterna duda de si podría volver a correr.

Y volví, claro que volví. ¡Como volveremos todos! Porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante, decía un sabio, mi abuelo. Porque busqué los modos y las maneras para mantener entretenida mi mente, para mantener activo mi cuerpo. Porque ser libre no implica movimiento, ser libre implica imaginación, creatividad, ganas, ilusión… Porque no podemos ser tan ignorantes o tan egoístas de pensar en que si nosotros no estamos ahí fuera el mundo se para, que vaya mala suerte he tenido porque he perdido este viaje, o este campeonato o esta carrera… Porque mucho más pierden esas familias que no pueden abrazar a sus seres queridos en el último adiós, o esos currantes que día a día se dibujan una sonrisa de esperanza tras la mascarilla y salen ahí fuera a intentar sumar su granito de arena.

Por eso, desde casa ¡también se puede! También podemos sumar, podemos movernos, podemos imaginar dónde queremos estar, podemos empujar a esos pequeños héroes del día a día, y os lo digo yo, que desde una silla de ruedas he llegado a subir a lo más alto de cualquier montaña, he cruzado miles de metas, he pisado miles de charcos; para luego después, cuando pasó la tormenta, intentar poner un pie detrás de otro y reaprender a andar, correr y saltar.

Ojalá, a la vuelta, todos hayamos reaprendido lo que significa ser libres, y sigamos imaginando como lo hacemos hasta ahora, porque entonces y solo entonces todo nuestro esfuerzo se verá recompensado siendo capaces de llegar incluso un poco más lejos de lo que un día nos atrevimos a imaginar. Os lo digo yo, que vengo de allí, y que he imaginado tantas y tantas veces donde quería estar, con quién o cómo.

¿Y saben que? La realidad siempre supera a la imaginación. Por tanto, como diría un eterno soñador; IMAGINE.