La judoca Cristina Cabaña Pérez (Mérida, 6-5-1993) es la deportista extremeña de la semana tras cerrar su clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio en la categoría de -63 kilos. No lo ha tenido fácil hasta llegar ahí: mucho entrenamiento compatibilizado con unos estudios exigentes que no ha abandonado. Su cambio de gimnasio hace un año, tras el confinamiento, ha sido determinante para mejorar su nivel y situarse entre las 40 mejores del mundo. 

¿Cómo se siente?

Al final es algo superimportante en la vida de un deportista. Siempre sueñas con esto y confías que puedes conseguirlo, pero cuando ya lo tienes... No soy consciente del todo de lo que he hecho. 

¿Lo esperaba?

Cuando terminó la última prueba de la Copa del Mundo cogí un Excel y me puse a calcular si podía entrar en la cuota continental europea. Pero es algo que podía oscilar bastante entre hombres, mujeres, distintos pesos... Puede ser que se te escape algo y a lo mejor estás fuera.

¿Qué expectativa tiene allí? 

No voy a ir a darme un paseo. Tienes que disfrutar, pero vas a competir. Estoy centradísima en entrenar porque creo que puedo estar en la lucha por las medallas. Tengo que seguir mejorando y sacando mi máximo rendimiento. Este año he ganado a las dos últimas subcampeonas de Europa y un montón de combates difíciles.

¿Cómo ha sido el camino hasta aquí?

Cuando llegó el covid hace un año y medio estábamos bastante cerca. Quedaban tres competiciones, tres balas. Podía salir o no. El parón me hizo recapacitar: igual no estábamos trabajando de la mejor manera. Decidimos cambiar de sitio de entrenamiento y de método y ha ido muy rodado.

¿Cuál ha sido ese punto de inflexión para usted?

Yo estaba en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y estaba haciendo cosas buenas en las competiciones, pero me faltaba un puntito. Mi entrenador, Manuel Amigo, y yo decidimos hablar con Quino Ruiz, que es uno de los mejores entrenadores del mundo con su gimnasio de Brunete, y le propusimos irnos con él. Aceptó, me trasladé de ciudad y me ha venido muy bien para mi forma de enfocar el judo.  

Háblenos de sus inicios en el judo: en unas actividades extraescolares del Colegio Trajano, en su Mérida natal…

En el judo, a no ser que seas hijo de judoca, empiezas porque lo dan en el colegio. Es un juego hasta el momento hasta que te das cuenta de que tienes que luchar por ciertas cosas y tienes que renunciar a otras.

El gimnasio Stabia apareció en su vida. ¿Es casi como una religión, no?

Entre la gente que va a los gimnasios hay de todo, pero para mí es algo que llevo muy dentro. Aunque esté entrenando en Brunete, sigo perteneciendo al club de Mérida. Siempre me han apoyado en todo lo que he hecho.

Miguel Martínez es una persona especial en su progresión, ¿no?

Sí, Es alguien que siempre ha estado ayudándome, en constante contacto.

Hubo un momento en el que prefirió estudiar la carrera que quería en Badajoz, en lugar de apostarlo todo por el judo en la Ciudad Deportiva de Cáceres. ¿Acertó?

Hice el grado de Ingeniería Electrónica Industrialización y Automatización. Estuve más enfocada en eso durante una época para poder terminarla, aunque seguía entrenando. Tenía que administrar el tiempo porque si te organizas, creo que puedes. Me vine a Madrid al CAR, pero seguí formándome en energías renovables e inteligencia artificial. Un deportista debe tener un ‘plan B’ por si las cosas no salen y para tener un futuro. El deporte hay un momento en el que se termina.

¿Es siempre así de realista?

No lo sé. Me gusta que algunos chavales me tengan como ejemplo. Yo he tenido la suerte de alcanzar los Juegos, pero si no... ¿a qué me hubiese dedicado ahora con 28 años de no tener estudios? A nada.

¿Cómo ve el momento del judo en Extremadura?

El nivel en categorías inferiores es buenísimo, pero necesitamos que se cree un programa que sea capaz de mantener eso en absoluto: apoyar a los judocas para que no pierdan su progresión y puedan seguir en la universidad. De todos modos es algo que pasa en muchos sitios.