CONTRACRÓNICA DE LA INVESTIDURA

El patio de mosqueteros del Congreso y Antonio Machado

La crispación de las calles se trasladó al Congreso en la primera sesión de la investidura de Pedro Sánchez

El cantautor Ismael Serrano e Isabel Díaz Ayuso se convirtieron en protagonistas inesperados

El presidente del Gobierno en funciones y candidato a la reelección, Pedro Sánchez, y la líder de Sumar y vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social en funciones, Yolanda Díaz.

El presidente del Gobierno en funciones y candidato a la reelección, Pedro Sánchez, y la líder de Sumar y vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social en funciones, Yolanda Díaz. / Eduardo Parra / EP

Roberto Bécares

"Muchas gracias, presidenta... se va a hacer larga mi intervención". La apreciación en broma de Pedro Sánchez a Francina Armengol provocó la carcajada en las filas socialistas. Era la tercera vez que los murmullos, abucheos y algún que otro grito desde las bancadas de PP y Vox -se llegó a escuchar un "sinvergüenza" y mucho "amnistía"- le obligaba a interrumpir su discurso de investidura, en ese momento una enumeración de los recortes sociales que, a su juicio, habían traído a ciertas autonomías los Gobiernos PP-Vox. "Un poco de seriedad, y un poco de respeto, señorías", pedía la presidenta del Congreso ante el revuelo del respetable.

España es un país de tradiciones y el Congreso es un reflejo. Recuerda a ratos a los corrales de comedias del siglo XVI, cuando desde el patio de mosqueteros, donde se situaba el pueblo llano, se silbaba, abucheaba o se comentaba la actuación. Incluso se interactuaba con los actores. Era el termómetro del ánimo. Aquí el hemiciclo no es menos.

- ¿...pero qué prefieren la mayoría de los españoles...?- , hacía un teatral silencio Sánchez en su discurso a cuenta del trasunto de la amnistía

- Que te vayas-, se oyó decir fuerte a un diputado de Vox para solaz de los conservadores

Era un día extraño en el Congreso, de alta tensión, vivida a lo largo de toda la jornada, con menciones incluso a “un golpe de Estado”. La furia tras 12 días de protestas en la calle contra la amnistía saltaba al Congreso en una sesión inaudita. "A ver si pasa ya esto y baja la crispación", confesaba a primera hora un provecto diputado socialista al que hace unos días le insultaron en la calle, en su barrio, al grito de “traidor”. 

Un policía vigila los alrededores del Congreso de los diputados frente a una furgoneta que habla de "golpe de Estado".

Un policía vigila los alrededores del Congreso de los diputados frente a una furgoneta que habla de "golpe de Estado". / EP

Para evitar cualquier incidente, los alrededores del Congreso estaban más blindados que una cumbre en Camp David. Los filtros policiales, con la Carrera de San Jerónimo totalmente cortada, recordaban más a los de una final de la Champions que a una sesión del Congreso. Aquí no se colaba ni dios [el padre Ángel no estaba entre el público, por cierto, como sí se le vio en el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo].

Escenografía

Eran las 11.56 horas cuando Sánchez, corbata magenta, camisa blanca, hizo su entrada triunfal al Congreso, con una escenografía medida al milímetro. Todos los diputados del PSOE se ponían en pie para aplaudir al candidato a la investidura más cuestionado en las calles de la democracia. Si Sciamarella le hubiera hecho una caricatura a Pedro Sánchez en ese momento habría sido una sonrisa hasta las orejas. Tras Sánchez, fueron ocupando sus sitios los ministros, uniéndose a la ovación mientras Ione Belarra e Irene Montero, sentadas, de brazos cruzados, tenían cara de que la fiesta no iba con ellas [apenas una o dos veces aplaudieron a Sánchez y lo hicieron con la misma intensidad con que Isabel II saludaba desde su carruaje real].

En la grada de invitados mucho asiento vacío -no como en la fallida investidura de Feijóo, que aquello estaba de bote en bote-, haciendo aún mayor la ausencia del barón García Page. En la primera fila, la madre de Sánchez, Magdalena Pérez Castejón, y su mujer, Begoña Gómez, de rojo PSOE, asintiendo ante algunas partes del discurso, sobre todo cuando el candidato a la investidura aseguraba que el PSOE defendía igual que el PP esta España tuya, esta España nuestra. Por allá estaban también Joan Tardà, Javier Maroto, Marimar Blanco, el poeta Luis García Montero o la más que ministrable (y siempre sonriente) Mónica García, acompañada de Rita Maestre.

El móvil

En los escaños, en el patio de mosqueteros, había quien no se cortaba. El ministro Garzón leía y subrayaba unas fotocopias, Montero (Podemos) y Errejón no dejaban de mirar su móvil, Abascal tomaba notas y Esteban González Pons, muy proclive a los aspavientos junto a Hernando, llegó a sacar un libro [él ha escrito varios]. Mientras, Aitor Esteban repasaba su discurso y Núñez Feijóo comentaba cosas con Cuca Gamarra, con el dedo índice apoyado en la sien, o en la boca, un gesto propio de él, muy de meditar.

Alberto Nuñez Feijóo durante la primera sesión del debate de Investidura en el Congreso de los diputados.

Alberto Nuñez Feijóo durante la primera sesión del debate de Investidura en el Congreso de los diputados. / EP

Las dos horas de parón para comer sirvieron para tomar aire y para que algunos lanzaran sus mensajes, planeados de antemano. Mientras Mónica García, en el canutazo, dejaba para otro día hablar de su entrada en el Gobierno, Montero (Irene) mandaba su recadito por no estar: “Pedro Sánchez y Yolanda Díaz van a echar a Podemos del Gobierno”. Las dos caras de la misma moneda.

Feijóo arrancó fuerte su discurso, jaleado por sus correligionarios con el mismo ánimo que en su intento fallido, sabedor de que 30 minutos no dan para tanto. Fue incisivo, mordaz. Exprimió cada uno de los 30 minutos que tenía (y 12 más, entre reproches de Armengol y del propio Sánchez, que pedía la hora agitando el móvil con la mano como si fuera ‘El Cholo’). Los populares se levantaron varias veces a aplaudir a su líder con una ortodoxia prusiana [los socialistas estuvieron mucho más tibios]. Particular ovación tuvo la arremetida a cuenta de la frase de Antonio Machado que su rival político había citado: “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”. “Hasta en las citas miente”, le reprochó Feijóo, “porque la cita continúa ‘y ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos’”. 

El patio de mosqueteros volvió a aflorar con los diputados populares coronando con un “no” rotundo las frases-arremetidas de Feijóo, como si público y actores volvieran a compartir escena. Y protagonismo. Como si fueran uno solo. “España no se rinde”, zanjó el político gallego al que respondió un grito de “presidente, presidente” de los suyos. Una proclama que la bancada del PSOE replicó a continuación con más intensidad si cabe cuando Sánchez tuvo la contrarréplica. El líder socialista le devolvió el zasca de primeras, respondiéndole que el añadido a la cita de Machado era de Ismael Serrano. El cantautor, muy activo políticamente y que, cosas de la vida, tiene un tema en su último disco donde reprocha la división entre PSOE, Sumar y Podemos titulado ‘La fábula de los conejos’, acababa de escribir un tuit para explicarlo.

Duelo

A algún asesor (o diputado) del PP seguro que le salieron los colores con la metedura de pata, que provocó un airado intercambio de opiniones entre González Pons y y el socialista Óscar López. El desliz hizo coger vuelo a un Sánchez que se recreó, tirando mucho de hemeroteca, arremetiendo con particular saña a cuenta de la alianza de Génova con Vox. Fue un duelo de enjundia, con reproches mutuos y una protagonista involuntaria, Isabel Díaz Ayuso, a la que pillaron las cámaras haciendo un gesto a Sánchez que en las filas socialistas entendieron como insulto.

“Ha venido aquí a insultar”, le replicó Feijóo al líder del PSOE, a lo que muchos diputados socialistas respondieron señalando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que acudió a seguir la sesión por la tarde. Armengol llamó la atención para que no se hicieran comentarios ni desde las bancadas ni desde tribuna.

Isabel Díaz Ayuso junto a los presidentes autonómicos Fernández Mañueco y López Miras, en la primera sesión de la investidura del Congreso.

Isabel Díaz Ayuso junto a los presidentes autonómicos Fernández Mañueco y López Miras, en la primera sesión de la investidura del Congreso. / EPC

Tras la intervención de Feijóo, sin esperar a escuchar a Sánchez, Ayuso se marchó. Igual que muchos diputados del PSOE y otros partidos cuando le llegó el turno a un Abascal más contumaz que nunca. Trajo a colación que a Hitler también le eligieron en unas elecciones, y repitió varias veces que el acuerdo de investidura era un “golpe de Estado” y el Gobierno “sería ilegal”, lo que hizo que Armengol le llamara la atención duramente, enervando al líder de Vox: “Los diputados tienen libertad de expresión” [en su bancada se llegó a escuchar un "mamarracha" dirigido a la jefa de la Cámara]. Al acabar su intervención, Abascal y sus 32 diputados se marcharon del hemiciclo. Patxi López, como portavoz del PSOE, pidió mas tarde que las palabras fueran retiradas del diario de sesiones: “Son una incitación al odio”. Armengol las retiró. Ya con Yolanda Díaz el tono se calmó, como un baño noruego, donde se mezcla el calor de la sauna con el frío del hielo.