--¿Cómo se encontró la Educación en Extremadura en 2011 y cómo está ahora?

--En primer lugar, no nos habían evaluado, no nos habíamos sometido a un control externo y eso es lo primero que debíamos de hacer si queríamos ser rigurosos y objetivos. Lo hizo el estudio internacional 'Pisa' para saber cómo estábamos, en qué fallábamos. Esos nos proporcionó unos datos que ponían el dedo en la llega de dónde estaban las deficiencias en el sistema educativo. A partir de ahí comenzamos a trabajar, teniendo en cuenta que la UE nos obligaba a reducir las tasas de abandono escolar, porque eran alarmantes. Estábamos en el 32,6%. Eso nos obligó a realizar un proceso de análisis y empezar a explorar las vías en las que teníamos que trabajar. Y hemos conseguido bajar diez puntos ese abandono escolar, siendo la comunidad que más lo ha descendido de todo el país y nos han felicitado públicamente por ello consiguiéndolo además un año antes de lo previsto, en 2014. Estamos en el 22,9%. Lo hemos conseguido haciendo apuestas innovadoras por programas y proyectos, como potenciar la Formación Profesional, abundar en programas específicos como el Rema y el Impulso a aquellos centros que tenían mayores tasas de abandono, mejorar las tasas de idoneidad, es decir, que los alumnos estén en los cursos que les corresponden, cosa que no se producía. Y eso era un lastre absoluto. Porque además los programas 'estandar' que se aplican en otras comunidades no valían aquí, y eso era un error, teniendo en cuenta que no estaban dando ningún resultado aunque se invertía muchísimo dinero. Por eso reivindico la ruptura de ese binomio falso y equívoco que es a mayor dinero mayor eficacia educativa, porque eso no es cierto.

--¿Alguno de esos programas fueron fuertemente criticados, como el del 18-25?

--A mí esa cuestión me dolió mucho porque hemos querido dar una oportunidad a una gran bolsa de jóvenes que se quedó fuera de los estudios en los años de bonanza y que había que recuperarlos. Se le 'motejó' como la ESO de los 1.000 euros y a mi todo eso me produjo tristeza porque el equipo de la consejería que conocía de primero la realidad de muchos centros y muchos jóvenes hicieron un proyecto muy bonito, muy transversal, pensando precisamente en que esos jóvenes no se quedaran en el sillón de su casa y tuvieran una oportunidad nueva. Fuera por reduccionismo, por demagogia, por las razones que fuera... ni siquiera se nos dio la oportunidad de que presentáramos el proyecto, con un ataque sin conocimiento y con una ligereza absoluta. Y sólo por el hecho de que se les incentivaba una vez que pasaran las dos etapas con una partida económica que sobre todo a jóvenes de los pueblos les resultaba un gasto volver al instituto, un esfuerzo, con algunos de ellos con la familia ya formada... Era una manera de ayudarles, de apoyarles, de darles una segunda oportunidad a más de 3.000 jóvenes que han estado en el plan durante este tiempo. Para nosotros ha sido una satisfacción que se conciencien que sin formación no tienen futuro. Y como vimos que los resultados eran tan buenos, lo ampliamos a mujeres, a desempleadas, y abrimos el abanico porque había unos sectores de la sociedad que, por distintas razones, se habían salido del sistema. Lo mismo hicimos con la Formación Profesional, con un estudio exhaustivo de las demandas, los sectores implicados, las áreas empresariales... y metiendo incluso el bilingüismo en la FP para que puedan tener una salida con las exportaciones o en el mundo rural con la creación de 26 aulas adscritas. Y también utilizar las tecnologías en el ámbito educativo, pero no llenar las clases de ordenadores como si eso fuera la panacea. El ordenador es una herramienta, pero el fin es el conocimiento con retos ahora importantes como el de la mochila digital.