Si es usted agricultor o persona relacionada con el campo sabrá de más y de sobra que la distancia entre la uva y el vino, en los tiempos que corren, puede ser la mayor de toda la historia. Y es paradójico, ya que tradicionalmente había sido una distancia relativamente corta. Nos referimos, más exactamente, al precio que hoy día se le paga al agricultor por entregar su uva, recogida del campo en el proceso de la vendimia, y al precio final que el bodeguero vende su vino a los potenciales clientes. Esa distancia, para unos desproporcionadas y para otros circunstancial por la coyuntura del momento, está dejando una batalla en el campo de Tierra de Barros de la que el agricultor está siendo el gran damnificado. 

Desde hace tiempo, sobre todo en los últimos años, los agricultores se vienen quejando del bajo precio por el que venden la uva a los bodegueros. Las principales organizaciones agrarias han puesto el grito en el cielo, pero este año la distancia ha hecho explotar la situación. 

«Estamos ante los precios más ruinosos de todos los tiempos», han comentado desde la Comunidad de Labradores de Almendralejo, que se han quejado del precio que La Lonja de Extremadura puso en su mesa el 13 de agosto. Lo considera muy bajo en un mercado donde las operaciones de venta de vino empiezan a remontar, «por lo que pierden los mismos de siempre, los agricultores». Marcar ese precio antes de que comenzara la vendimia y sin haberse hecho operaciones de venta de vinos era «marcar la tendencia para los compradores de uva».

La Lonja de Extremadura ha respondido señalando que la Mesa de Precios de la Uva se creó en 2002 y funcionó hasta 2008, momento en el que se tuvo que disolver por falta de vocales. Las reivindicaciones de las organizaciones agrarias por volver a reflejar los precios en tablilla llevaron a La lonja a volver a publicarlos el pasado agosto, pero los precios no han gustado. Y ahora instan a los profesionales del sector que pidan una mesa nueva de precios del vino cumpliendo con todos los requisitos. 

Bodegueros

Los compradores de uva salen ganando o, al menos, se aprovechan de la coyuntura, pero algunos son conscientes del problema. Es el caso de Diego Romale, que confiesa que «no les falta razón a los agricultores, pero no es un problema de la uva, sino del vino, que ha tenido una difícil salida. Ha habido mucha incertidumbre hasta que el sector ha podido remontar algo». Otros bodegueros, prefieren guardar silencio. 

La solución no parece fácil, pero organizaciones como UPA-UCE o Apag Extremadura no se quedan quieras y se acaban de reunir con el presidente Vara para que se tomen medidas urgentes. Le piden a la administración regional que se fijen costes de producción para que los viticultores no vendan su producto por debajo de su precio como está ocurriendo ahora. Piden ayudas directas y préstamos a bajo interés para los agricultores afetados. Reclaman más medidas fiscales. Y, especialmente, agilizar los pagos de las ayudas a la reestructuración de los viñedos. El campo, a esos precios, empieza a dejar de ser rentable para muchos. Y alguien tiene que recoger la uva para hacer el vino. Demasiada distancia. 

Una pandemia que ha dilapidado todos los precios

Si en algo sí han ido de la mano la uva y el vino ha sido en sus caídas durante la pandemia. Con respecto a la uva, nada más salir este año los premios precios, el kilo de uva tinta estaba en 0,21 euros, el de uva blanca en 0,17, mientras que el de uva para cava en 0,23. Por poner un ejemplo, hace unos años el precio de uva para cava era exactamente el doble. Y en venta de vino, la caída en año de pandemia supuso un retroceso de casi 30 años. «El granel llegó a estar a 0,21 euros el litro. «Al precio del agua», dice un bodeguero. Ahora se ha recuperado a los 36 céntimos, próximos a la normalidad. El vino se recupera, pero la uva no.