«El fracaso escolar no va a mejorar quitando los exámenes de septiembre, mejorarán las estadísticas pero porque se va a enmascarar el fracaso, no será una mejora real». Esta es una de las consecuencias que advierte Luisa Mostazo, miembro del equipo directivo del IES Santa Lucía del Trampal de Alcuéscar, que va a tener el cambio en el sistema de evaluación y promoción que prepara el gobierno. A su juicio, sin recuperaciones ni límite de suspensos para la promoción de curso, la tasa de repetidores disminuirá y se formará un «cuello de botella» en los cursos superiores porque muchos alumnos pasarán sin haber adquirido las competencias necesarias. «Si hay que mejorar las estadísticas, al final acabarán pasando alumnos que no se esfuerzan y que no los vamos a desarrollar de una forma integral porque todo vale ahora. Reducir el fracaso escolar requiere de un análisis más profundo».

A su juicio, eliminar las recuperaciones en secundaria puede tener ventajas organizativas para los centros, pero pocos beneficios para el alumnado. «No creo que sea efectivo ni correcto porque el alumno va a ir al mínimo esfuerzo. Si sabe que solo con la ayuda de los docentes, que son los que toman la decisión final, va a poder promocionar de curso, se va a relajar, no va a hacer ningún esfuerzo y va a ser posiblemente además un agravio comparativo con el resto de compañeros que sí trabajan. De esta manera estamos sacando al mercado una generación de personas que pierden el valor del esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad». 

Lamenta además que la nueva norma, que no fijará un límite de suspensos para la promoción, da una mayor responsabilidad al equipo docente. «Se puede generar un conflicto entre los propios docentes, cada materia además tiene un peso distinto y puede estar influido a veces hasta por intereses personales. Es como cuando el alumno le dice al profesor que le ha suspendido un examen, pero es que no es el profesor el que suspende, es el alumno». 

Luisa Mostazo compara la nueva normativa con la situación ya vivida por la pandemia. «Con el confinamiento se aprobó prácticamente a todo el alumnado porque estaban en casa, pero es que había gente que no hacía ni lo básico; al final estamos sacando alumnos que no trabajan y tienen un grado de conocimiento mínimo». Y advierte, además, de conflictos y agravios comparativos no solo dentro un mismo centro, sino entre otros centros e incluso comunidades. «Habrá alumnos que con tres suspensos pasen de curso en un centro y en otro no. Va a generar tensiones».

El objetivo que persigue el cambio de sistema, que es potenciar la evaluación continua, individualizada e integradora, asegura la docente que ya se viene haciendo. «Nosotros ya estamos evaluando en función de las competencias adquiridas o no adquiridas a lo largo de todo el curso. El alumnado no se la juega solo en una prueba en junio o septiembre, eso es solo una prueba más. Lo que nosotros pretendemos siempre es que el alumno promocione, tenemos muchos instrumentos de evaluación a lo largo del curso, entre ellos los exámenes que no suponen que esa vaya a ser la nota que se lleve el alumno. Pero hay veces que se dan circunstancias que hacen que el alumno llegue a junio sin superar las competencias mínimas y tener esos dos meses de verano puede ayudarle a asimilar conocimientos, siempre con la ayuda del docente que tiene que programar unas actividades de recuperación para ese estudiante». Por eso, considera que septiembre «es una oportunidad más para el alumno sin dejar toda la responsabilidad al docente sobre su promoción. Y si no se supera, pues el alumno tendrá que repetir. ¿Eso supone fracaso escolar? Sí, pero es que el fracaso no puede ser el coladero para que las estadísticas digan que no hay repetidores. Habrá que plantearse de dónde viene y por qué. Pasando a los alumnos con suspensos el fracaso seguirá estando ahí un curso tras otro. Es un cuello de botella».

La profesora admite que en muchas ocasiones el número de aprobados en septiembre no es muy alto, «pero aquel alumno que quiere aprobar, estudia en verano, se esfuerza y eso supone una satisfacción mayor, porque lo ha conseguido por sí mismo con la ayuda del docente y no porque se lo hayan regalado. Dar valor al trabajo, al esfuerzo y a la constancia es muy importante».

No obstante, el debate en el fondo, dice, no está en si debe existir o no septiembre, «el problema es que no tenemos una legislación educativa consensuada, cambia cada vez que hay un proceso electoral y se va a salto de mata. A lo mejor no es tan grave quitar los exámenes de recuperación, pero no se pueden quitar de cualquier manera y cuando a uno se le ocurra sin más, porque a lo mejor dentro de dos años se cambia la ley y se quieren volver a poner. Y ese es el caos del sistema educativo, que no tenemos estabilidad». «Si queremos copiar lo que hacen otros países europeos que tienen menos fracaso y menos repetidores tendremos que copiar todo lo que hacen, desde la base, no solo una parte y adaptarlo además a nuestras propias características», apunta. 

Y aunque la normativa también habla de implementar refuerzos en cuanto son detectados, Mostazo señala que eso debería estar bien definido antes de empezar el curso: «qué se va a hacer y cómo, porque ahora mismo todo es una incertidumbre». Se muestra reticente ante el proyecto de nuevo decreto, pero abierta al cambio: «No es cuestión de posicionarse a favor ni en contra, sino de hacer las cosas con seriedad y rigor, pensando en el bien de la educación. Si tienen claro que quitar septiembre es más beneficioso, adelante, pero se debería haber empezado el curso ya con esa idea clara y no cambiarlo todo sobre la marcha»