«Esta semana voy a llorar». Es lo que le ha dicho Maryan, el joven ucraniano que lleva en Plasencia desde los 8 años, a su madre de acogida. «Está muy sobrepasado, es muy duro lo que están viviendo y las emociones se agolpan», explica Margarita Pardo. Porque hace cinco días que conviven con dos hermanos y dos sobrinos después de una huida a contrarreloj de Ucrania y ahora, su hermana mayor, su hermano de 14 años y sus primos de 9 y 10 están comenzando a adaptarse.

Si salir de la localidad donde vivían, a 50 kilómetros por carretera de la frontera con Polonia, no fue fácil, lograr su integración plena tampoco lo es. Las buenas palabras de acogimiento son una cosa y la práctica es otra. Su padre de acogida, Antonio Merino, explica que en Extranjería y la Seguridad Social le han dicho que «la normativa de refugiados ucranianos se ha aprobado en la Comisión Europea, pero falta extrapolarlo al Gobierno de España y dictar los protocolos».

Pero en ambos organismos, le han dicho que no se preocupe, que asistencia sanitaria van a tener ante cualquier urgencia y que en Extranjería, donde conocen bien a Maryan, arreglarán su documentación en cuanto sea posible.

Antonio y Margarita, con los tres menores llegados de Ucrania. TONI GUDIEL

Escolarización difícil

Donde más problemas están teniendo es en la escolarización de los pequeños. Porque el colegio Santísima Trinidad, donde estudia Maryan, «ha dado todas las facilidades, están dispuestos y tienen los medios y la experiencia», pero Educación ha señalado que el hermano de 14 años sí podría, pero no sus primos porque «no hay plazas disponibles» y se les ha ofrecido «ser escolarizados en otro».

Antonio y Margarita no salen de su asombro. «No han salido huyendo de una guerra para estar juntos para que ahora les separen, vienen juntos y vamos a luchar para que estén juntos».

Además, recuerdan que ninguno habla español salvo Maryan, que les serviría de traductor en caso de necesitarlo «y de mucho apoyo solo por saber que están en el mismo centro que su tío».

Piden a la administración un poco de «empatía» y confían en que Educación cambiará de opinión por el bien de los menores.

Gesto del club Plasencia-Ambroz

Esa empatía que sí han notado en la ciudadanía, tanto la que les conoce como la que no y en colectivos como el club de baloncesto Plasencia-Ambroz.

Margarita explica que el club se puso en contacto con ella para ofrecerle que los menores pudieran acudir a entrenar y jugar al baloncesto y el lunes comenzaron, con equipación incluida.

Ellos «sonríen, están felices», pero la hermana de Maryan necesita «recuperar su dignidad», por eso Antonio hace un llamamiento para que se le ofrezca un trabajo -ha trabajado recogiendo fruta- y una vivienda, «aunque sea pequeña, un sitio al que llegar y sentir como suyo».