conflicto en oriente próximo

Extremeños entre los misiles de Hamás: «Pensábamos que no salíamos de allí»

El ataque sorprendió a Raisa Simón y a su padre (de Jaraíz de la Vera) de viaje en Jerusalén y a Luis Miguel Pérez (de Azuaga) cerca de Gaza, donde trabaja 

Les cancelaron los vuelos, pero el pasado lunes lograron volver a la región pese a los obstáculos y el miedo y sin ayuda de la embajada, lamentan

Raisa junto a su padre, Manuel Simón, de turismo por Jerusalén antes de los últimos ataques.

Raisa junto a su padre, Manuel Simón, de turismo por Jerusalén antes de los últimos ataques. / Cedida

Varios estruendos sacaron de la cama a Luis Miguel Pérez antes de las siete de la mañana del sábado pasado. Este extremeño de Azuaga (Badajoz) vive desde hace cinco años en el sur de Israel, a 30 kilómetros de la frontera de Gaza, donde trabaja en la construcción de una torre de energía solar en el desierto del Néguev. Él pensaba que eran maniobras de la base militar que tiene cerca de su kibutz (pueblo pequeño), pero los mensajes de familiares y amigos advertían de que algo estaba pasando: no eran maniobras de los militares, eran los misiles de Hamás sobre Israel en la mayor ofensiva de los últimos años que ya ha dejado más de 1.300 muertos tras la respuesta israelí. 

«Puse la televisión y vi al presidente de Israel anunciando el estado de guerra. Me puse muy nervioso», recuerda este extremeño de 47 años. «He vivido ya varios conflictos en la zona, pero esto supera a todo lo anterior, esto es una guerra. Y me ha cogido por sorpresa porque ahora estaba todo en calma. Era sabbat (día de descanso) y el día después del Sucot, la fiesta más sagrada del judaísmo», cuenta ya a salvo en Azuaga, aunque volver a Extremadura no ha sido nada fácil.

«Los vuelos estaban cancelados, pero en la embajada me dijeron que mientras hubiera viajes regulares no iban a fletar ningún avión para sacarnos de allí. Solo me recomendaron encerrarme en casa porque había habido una incursión de 1.500 terroristas desde Gaza y estaban matando y secuestrando a la gente. La embajada no daba ninguna solución, nos han abandonado», denuncia. 

Luis Miguel Pérez, de Azuaga, junto a su  madre de visita en Israel.

Luis Miguel Pérez, de Azuaga, junto a su madre de visita en Israel. / CEDIDA

Viendo la situación, decidió salir de Israel con un plan B. Luis Miguel Pérez es además el jefe del equipo mecánico de los proyectos que allí desarrolla su empresa (española). «No podía dejarme a la gente». Así que contactó con un amigo que tiene en Egipto y planificó la salida por tierra hasta El Cairo (Egipto) y desde allí volar a Madrid (la empresa se hizo cargo de los billetes). Lo consiguió junto a otros cinco compañeros de la empresa, pero fue un camino lleno de obstáculos y temores entre fronteras y desiertos. «Atravesamos el desierto del Néguev durante dos horas y media y tras cruzar la frontera recorrimos durante más de tres horas el desierto del Sinaí, en el que tuvimos que ser hasta escoltados por la policía en varias zonas peligrosas. Nos hemos jugado la vida, pero ha merecido la pena porque quedarse allí era más arriesgado».

El viaje de Israel a Azuaga duró más de 24 horas (salió de su kibutz el domingo a las 16.30 horas y llegó a Azuaga el lunes a las 22.30 horas) y casi no lo consigue porque el grupo llegó a la frontera con Egipto solo 15 minutos antes de su cierre. «Hemos vivido mucha tensión. No sé qué habría sido de nosotros si no hubiéramos llegado a tiempo. Mi amigo egipcio nos ha salvado la vida», dice Luis Miguel. 

No tendrán la misma suerte otros ciudadanos que se han quedado en mitad de la conflicto. «Estoy muy triste y agotado, pero no me preocupa volver cuando mejore la situación. Los proyectos en Israel terminaban a final de año y habrá que terminarlos siempre que se garantice nuestra seguridad». 

El viaje inesperado de Raisa y Manuel

Quien no está pensando en volver a Israel es Raisa Luna Simón, otra extremeña, de Jaraíz de la Vera, sorprendida 'in situ' por los ataques de Hamás el pasado sábado. Pisar Jerusalén era un sueño para ella y su padre, Manuel Simón, pero eligieron el peor de los momentos. «Era un viaje que llevaba organizado mucho tiempo. Empezamos en Jordania el 27 de septiembre y los últimos días los pasamos en Israel», cuenta esta matrona del Materno Infantil de Badajoz. 

Todo iba de maravilla hasta que el penúltimo día del viaje les despertaron las alarmas sonando en toda la ciudad. «Nos dijeron que ese se suspendía el 'tour' y nos metieron en el búnker del hotel, algo habitual en la zona, decían, pero desde la terraza del hotel se podrían ver lo misiles y mucho humo alrededor de la ciudad. Nada parecía muy normal». 

Así escuchó las alarmas una extremeña en Jerusalén

EL PERIÓDICO

Por la tarde se hizo el silencio en Jerusalén y Raisa y su padre decidieron volver al centro la ciudad aunque en mitad del camino les advirtieron: «nos paró un hombre y nos dijo que nos fuéramos a un lugar seguro porque estaban secuestrando a la gente. Estábamos muy asustados, pero seguimos hasta el centro porque era un sitio sagrado que nunca atacan y era seguro». 

El problema llegó a la mañana siguiente (el pasado domingo) cuando debía salir el vuelo desde Tel-Aviv para traerles a Madrid vía Estambul. «Estaban todos cancelados, no nos daban ninguna solución y fue muy angustioso. Solo nos decían que hiciéramos colas, pero para nada porque los aviones no salían por el riesgo de los misiles. Había gente desesperada comprando nuevos billetes de hasta mil euros».

Una extremeña muestra la situación en el aeropuerto de Tel Aviv

EL PERIÓDICO

Pero tuvieron suerte y tras seis horas en una cola avisaron de la salida de un avión a Estambul con dos plazas libres. «Salimos corriendo y pudimos cogerlo. Fue una suerte, pero ha sido una experiencia horrorosa, hemos pasado muchísimo miedo, ha sido como estar dentro de una película y estoy muy triste. Había miles y miles de personas atrapadas en el aeropuerto. Pensábamos que no podríamos salir de allí y no sé qué habría sido de nosotros», relata ya desde Jaraíz pero con el susto aún en el cuerpo. «Me da mucha pena lo que pasa en esa zona. En Jerusalén convive una mezcla de culturas muy interesante y el ambiente era fantástico. Y en Cisjordania, que visitamos el viernes, también se respiraba calma y la gente nos decía que solo querían vivir en paz», señala Raisa, agradecida de haber nacido lejos del conflicto. 

Habla el imán de Badajoz, Adel Najjar: «Ojalá los palestinos fuéramos ucranianos»

Adel Najjar.

Adel Najjar. / EL PERIÓDICO

Hace casi 30 años que Adel Najjar, imán de Badajoz y representante de la comunidad islámica en Extremadura, se asentó en la región, pero vive pegado a las últimas noticias de su tierra natal, Palestina. Allí vive tanto su familia como la de su mujer y miran con preocupación la última ofensiva en la zona. «Llevamos 75 años de ocupación y de opresión por parte de Israel, pero esto que está pasando ahora va a ser muy grave, no sé cómo terminará», cuenta.

Está viviendo con mucha preocupación la situación actual, pero recuerda que el pueblo Palestino lleva mucho tiempo «discriminado, sufriendo violencia y opresión pero Israel parece estar por encima de todo». Por eso, echa de menos una condena internacional: «Ojalá fuéramos ucranianos; nos sentimos abandonados». Adel Najjar rechaza la violencia y no quiere que se relacione a Palestina con Hamás, «no se puede apoyar al agresor», por eso pide el cese de la guerra y una solución justa para Palestina. «Nosotros reclamamos el derecho a vivir, pero no nos dejan vivir», exclama. 

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