"A veces el corazón te pide algo con fuerza, y eso es lo que me ocurrió a mí". Lo que le pedía el corazón a Ainhoa Fernández del Rincón desde bien pequeña era ayudar a los demás, por eso comenzó a ser voluntaria con solo 16 años. "Sabía que algún día iría a Africa a dar lo mejor de mí, porque sentía que aquello era parte de mi camino pero necesitaba estar preparada como persona y como profesional, por eso empecé a entregarme aquí para llevar lo mejor de mí allí", contaba la cooperante madrileña de 32 años, hace solo seis.

Tras diez años de voluntariado en España, tiempo en el que se licenció en Derecho, Ainhoa cogió un avión hasta Malawi, su primer destino como activista. "No sé por qué pero ese país me atraía, para mí era especial. ¿Cuántos conocen el alto porcentaje de sida de aquel país o el alto número de niños que mueren de inanición? Eso fue lo que me atrajo, la necesidad de dar a conocer que hay más países necesitados de los que creemos". Así relata la joven su primera experiencia internacional en un blog de cooperación. Su relato no deja duda de su gran compromiso con los más necesitados y de su pasión por Africa, el país que ahora se ha convertido en su prisión.

Corría el año 2005 y la misión de Ainhoa era paliar la gran hambruna que asolaba algunas zonas de este país por la sequía. "Mis primeras semanas fueron algo duras, el tiempo, las costumbres, las duchas frías a las siete de la mañana, sin luz, ni agua potable... al principio cuesta, pero luego pierde importancia porque te das cuenta que lo más duro es intentar ser uno más allí y comprender lo que ocurre (...) Sientes impotencia cuando ves morir a mayores y niños sabiendo que en España podrían curarse en un abrir y cerrar de ojos", recoge su relato en www.hacesfalta.org.

"Eso es lo más duro, pero también hubo muchas alegrías, cuando muchos niños salían de los hospitales recuperados y listos para volver a empezar. Echo de menos aquella vida, aquel sentimiento de no tener casi nada y no necesitar más", explicaba a su regreso ya en el 2006. Y ese sentimiento volvió a tenerlo después como cooperante en Palestina y Camerún, y quizás también en Tinduf, a donde llegó en 2010 con la Asociación Extremeña de Amigos del Pueblo Saharaui. Ayer sus compañeros en Argelia y Extremadura la recordaban como una joven alegre, estupenda y muy comprometida, lo que le valió, además de un brillante currículum como cooperante, para conseguir el puesto que ofrecía la organización extremeña hace poco más de un año.

Su primera experiencia en Malawi le cambió la vida y le hizo ser la persona que es, "alguien que intenta tener presente cada día que su misión en la vida es el servicio a la sociedad, esté donde esté", reza su relato del blog. Quizás esta última experiencia tampoco le deje indiferente.