Desde el primer minuto fue un caso extraño. Manuela Chavero desapareció de su casa de Monesterio (localidad de unos 4.000 vecinos) la madrugada de un lunes a un martes, del 4 al 5 de julio del 2016. La tele estaba puesta y las luces encendidas. Las llaves, encima de la mesa. Pero ni rastro de ella. La voz de alarma la dieron su hermano y una amiga que no lograban contactar con Manuela la mañana del 5 de julio. Luego llegó la denuncia de su desaparición y una investigación que ha durado más de cuatro años. 1.536 días sin Manoli, como la conocían sus vecinos. 1.536 días de angustia y desesperación para su familia y de tristeza e incertidumbre para sus vecinos. Nadie era consciente en ese momento, pero ese día la historia de Manuela Chavero se coló en la vida de mucha gente.

Desde el primer momento, la familia de la desaparecida supo que no era una huida voluntaria. «Creemos que alguien la tiene retenida», decía su hermano aquel verano del 2016. Y comenzó una búsqueda incesante para dar con el paradero de una mujer de 42 años, pelo rizado castaño con mechas rubias, complexión delgada, 1,60 de altura, vestida posiblemente con pijama… Solo dos días después de la desaparición, se llevó a cabo la primera batida con voluntarios para encontrar a Manuela. Se inspeccionaron los alrededores de la localidad: fincas, pozas, cauces, casas de campo.... Y nada.

Luego se llevaron nuevos rastreos por tierra, aire y agua. Se peinó el interior del pantano de Tentudía.

Pero ni rastro de Manuela ni de pistas sobre su paradero. Cientos de vecinos, de voluntarios de distintas organizaciones y colectivos,... y hasta Paco Lobatón, presidente de la Fundación QSD Global, participaron en la búsqueda de Manuela, en batidas, en concentraciones de apoyo, en homenajes de recuerdo...

Desde hace años en una de las plazas del pueblo cuelga un enorme cartel con la sonrisa de Manuela.

El caso está desde el primer momento bajo secreto de sumario, poco se sabe de cómo han girado las investigaciones, aunque las fuerzas de seguridad siempre han hablado de que se trataba de un caso de «alto riesgo», «complejo» y «delicado».

Pero fuentes cercanas al caso destacan que fue el propio detenido el que se puso en la pista. Él ha sido una de las cerca de cien personas a las que los agentes de la Guardia Civil han tomado declaración en los últimos cuatro años. En aquel momento dijo que se encontraba de viaje y en la playa aquella noche de la desaparición. Pero resultó ser una coartada falsa, dado que su viaje con unos amigos fue el fin de semana siguiente al de la desaparición. Ahí comenzaron a estrechar el cerco los investigadores.

La última vez que los agentes de Criminalística y de la Unidad Central Operativa (UCO) estuvieron en la casa de Chavero fue a finales del pasado mes de agosto. Realizaron una reconstrucción en la calle de los últimos pasos que podría haber dado la desaparecida. Usaron un vehículo y una cámara para grabar y estudiar si un coche pudo llevarse a Chavero y en cuánto tiempo. El despliegue fue tan llamativo que llamó la curiosidad de los medios y los vecinos de un pueblo que vive conmocionado desde aquel fatídico 5 de julio de 2016. Ahora se ha sabido que todo ese operativo era una especie de montaje que trataba de poner nervioso al autor de los hechos, vecino de Manuela Chavero y vecino dos casas al lado suya.