Aún consternada, incrédula, por la pesadilla que se hizo realidad esta semana y que ha segado la vida, de forma inesperada, a tantas personas en el terrible accidente de Galicia. El relato de uno de los voluntarios sobre como sonaban los móviles de los fallecidos en el desesperado intento de los familiares por conseguir una respuesta en la que les dijeran que estaban bien, aún me pesa y aprieta el pecho.

Es curioso pensar, que en el mismo minuto, alguien en el mundo puede estar viviendo un momento felicísimo y otra el más amargo de su existencia. La vida, a veces, parece reírse de nosotros y cuando creemos que lo tenemos todo bajo control nos sorprende con algo inesperado, bueno o malo, que hace que todo lo que nos preocupaba carezca de sentido y nada ya encaje en su lugar. Hay que volver a empezar, con un planteamiento nuevo, diferente.

Hace unos días, una amiga que ha vivido la tragedia de una enfermedad degenerativa en un ser querido, me comentaba que el médico les decía: "Hay que aprovechar cada minuto, hay que exprimir el limón". Para poder hacerlo, hay que tener claras nuestras prioridades y diferenciar lo importante de lo que no lo es, con el objetivo de ser felices el tiempo que tengamos.

Mérida se ha unido al dolor de las víctimas de la tragedia de Galicia con diversos actos institucionales, tanto municipales como en la asamblea. Yo propongo algo más; que intentemos dimensionar las preocupaciones que nos agobian, los pequeños incidentes que pueden fastidiarnos la jornada y no dejar que nos molesten. Debemos hacerlo por nosotros mismos, por los que nos quieren que se sienten felices cuando nos ven bien y por los que ya no están. También por ellos. Hagamos un esfuerzo por no enfadarnos por nimiedades, de no estresarnos por tonterías, se lo debemos a todos aquellos que se quedaron en este accidente o en otros muchos que suceden en la carretera o cómo no, a los que no logran superar una enfermedad. Exprima el limón, disfrute de cada momento y quiera más que nunca.