Mi Centro de Salud otrora Ambulatorio todavía conserva traspapelados por allí alguna reminiscencia de ‘antes’ como ese folleto que me recuerda que en verano hace calor, conviene ir por la sombra y beber agua. No he encontrado nada para el mes de abril, ese que robaron a Sabina y del que Elliot decía que era el más cruel de los meses porque alterna gloriosos momentos de sol con ofuscados nublados grises. Los folletos ahora andan desaparecidos por la vacuna anti tocamientos pero hay carteles hablando de los enfermos que, digo yo, va siendo hora de hablar menos de los enfermos y hablar más con los enfermos, hecha la salvedad de que mi médico de cabecera (me encanta esa definición) eso lo borda. 

Tuve que ir el otro día al Centro de Salud por un yu yu en los huesos, suponiendo que yu yu sea término adecuado, un episodio de esos que te hacen predecir el futuro cuando cruje la trócola (me duelen los huesos, mañana llueve). Como todos los sanitarios saben, la trócola es una polea ubicada en la cadera cuya molestia viene a ser como estar en la cama con un elefante, si uno no se mueve estás bien pero como te muevas te aplasta. Por eso lo mejor es estarse quieto, con alma y con calma, pues para ser feliz basta con dejar de ser no feliz. Pues bien mirado, ¿hay algo más importante que vivir? Vivir por vivir, como mi nieta que ríe por reír, juega por jugar y quiere por querer (se le nota en la mirada). Lo demás es amargarse la vida a la que nadie ha venido para coger berrinches y andar rajando, que siempre será preferible tener la muela del juicio que el colmillo retorcido. Por supuesto que todo esto que escribo, en columna a la derecha, son obviedades, pero de pitón a rabo y de elefante a trócola, como bien se encarga de recordarme uno de mi peña, el de las faenas de aliño, a quien le estoy muy agradecido, obviamente.