La comisaria europea de Igualdad, de cuyo nombre no quiero acordarme, quería prohibir a los funcionarios (aunque pone recomendar) hablar de la Navidad y sin embargo felicitar las fiestas, las vacaciones, el solsticio de invierno, el plenilunio y el boca junior. Según esta maltesa censurando los mensajes navideños se promueve el lenguaje inclusivo dado que no todo el mundo es cristiano. Tras descubrir la pólvora la Unión Europea quiere reescribir la historia haciendo borrón y cuenta nueva de nuestras raíces, tradiciones y personas. Ahora voy yo y digo que es una mamarrachada y me etiquetan de ultra católico, ultra derecha y plus ultra (por resumir). Estoy hasta la zambomba de ese discursito progre estúpido de que no todo el mundo lo celebra igual porque hay distintas sensibilidades. De entrada quienes son poco sensibles son los comisarios europeos que no respetan a muchos europeos con el marchamo de homologarlo todo (aniquilando lo anterior) y a quienes les importa una pandereta la realidad de las cosas. Y quien va en contra de la realidad para presuntamente acabar con toda discriminación resulta que lo hace discriminando. Y no es casualidad que, como pasa con el turrón, esta falsa polémica siempre vuelva a casa por Navidad porque los hay a quienes les produce sarpullidos o brotes alérgicos el vernos a otros felices con nuestras creencias. 

Hay un trasfondo de odio, algo casi patológico, en ver solo lo negativo de la vida y no percibir lo que es grande y evidente: la tradición, la historia, la cultura o el arte (sin ir más lejos) impregnados de los símbolos de la religión. Pero resulta que yo estoy orgulloso de mi herencia cristiana y hasta de los peces en el río (que beben y beben y vuelven a beber) y no sé porqué no puedo hablar con libertad de mi fe, mi Navidad, mí portal de Belén y mis villancicos. Y no creo que por eso nadie se pueda sentir marginado u ofendido, como tampoco yo me ofendo viendo a los escolares vestidos de brujinas o esqueletinos celebrando Halloween o a la Marara vestida de cualquier cosa por carnavales. Nada hay sobre la tierra que no pueda ofender a alguien, sea un símbolo religioso o no. La alergia espiritual de Occidente no se cura aislándonos de toda influencia de los símbolos religiosos tradicionales, sino vacunándonos contra nuevos fanatismos... Y teniendo la fiesta en paz.