Rafael Álvarez El Brujo, actuó ayer por enésima vez en Extremadura. Ya lo ha hecho en el Teatro Romano de Mérida, en Alcántara, y, por supuesto, en Cáceres, dentro del Festival de Teatro Clásico. Es un actor de sobra conocido y admirado en estas tierras.

Según él nos dice, su actuación pretendía ser una labor de destilado, prescindiendo de la amalgama de colores y ofreciéndonos lo que queda, es decir, lo ¡cómico en esencia! Cada día puede cambiar la forma exterior, pero siempre siendo fiel a su alma de cómico, de cómico en estado puro.

Su actuación, siempre excepcional, de cómico de raza, consistió en revivir y actualizar fragmentos de los últimos diez años, mostrando el andamiaje, con el que monta y realiza intervención.

Los temas de su soberbio trabajo escénico, abarcaron un amplio elenco, desde los místicos, recitando a Santa. Teresa y a San Juan de la Cruz como nadie, hasta los filósofos; pasando por los políticos, de antaño y actuales; los clásicos, como el gran Quevedo, del que leyó y comentó el tratado coprológico ‘Gracias y desgracias del ojo del culo’. No faltaron las anécdotas y experiencias reales o imaginarias, graciosas y tragicocómicas, relativas a sus antecesores.

Su trabajo solo ante el peligro sobre la escena, con el único atrezo de un austero sillón, en el que se sentó raras veces, y un libro, del que nos recitó algunos poemas, fue magistral, amplio, hilarante, irónico y explosivo, provocando en todo momento la risa espontánea y los aplausos del público, rendido ante su arte. Manejó, como un maestro, su gracia irónica y su humor, a veces punzante, a veces tierno y siempre certero. Supo con frecuencia interactuar con los espectadores, como un fenomenal experto.

Es un mago de la fascinación con la palabra, dominando como nadie los tonos de voz, la comicidad de sus movimientos y gestos, todos divertidos, chispeantes y provocativos. En definitiva todo un actor cómico, siempre en primera línea.

Disfrutamos a raudales, encandilados por el arte genial y fantástico de Rafael Álvarez, El Brujo, que, valga la redundancia, nos tuvo embrujados hasta el final. Como es natural, los aplausos finales sonaron contundentes y agradecidos. El graderío estuvo prácticamente completo.H