César Andrada es empresario del sector de la hostelería desde 2009, tiene 36 años y está casado. Siempre se ha movido como pez en el agua en el mundo de la noche, donde comenzó a pinchar discos en distintos locales hace más de una década. Pero antes de tener su propio negocio también trabajó buzoneando publicidad, como lavacoches, albañil, electricista, descargando camiones, montando muebles y amenizando con su música fiestas, bodas, bautizos y comuniones. En su expediente médico figura además diagnosticado desde 1997 un transtorno bipolar de la personalidad del que habla con la misma naturalidad con la que pide que se aborde el tema. "Prefiero llamarlo enfermedad", matiza al inicio de la entrevista. De hecho hace un año participó en el documental Sin diferencias , promovido por la asociación con el propósito de derribar las barreras sociales que aún prevalecen sobre las enfermedades mentales.

Andrada es un ejemplo de la tarea de normalización de las personas con enfermedades mentales que desde hace 17 años desarrolla en Cáceres Feafes. El colectivo defiende que cuanto más normalizada sea la vida del paciente, mejor responderá a los tratamientos médicos y más empeño pondrá en seguirlos.

"Pero el estigma social continúa existiendo con este tipo de enfermos. Y siembre hay alguien que ve algún defecto cuando el trabajo lo realizan ellos", reconoce José Félix Miñambres, gerente de Feafes y responsable del área de inserción laboral, que atribuye esas barreras "al desconocimiento" que se tiene sobre este tipo de enfermedades y "a las ideas preconcebidas" sobre quienes la padecen. "Los transtornos mentales se utilizan en ocasiones con mucha ligereza y se tiende a relacionarlos con inseguridad", explica el gerente, que niega que tal relación tenga alguna base.

A pesar de esas barreras y de las turbulencias del mercado laboral en la actualidad, el colectivo ha conseguido este año 20 contratos laborales para diferentes enfermos, los tres últimos durante el desarrollo de la feria Liquids en el Palacio de Congresos. "Incluso nos felicitaron por cómo habían desarrollado su trabajo durante los tres días que duró", apostilla Miñambres. Es más, los datos del colectivo, señalan que las empresas que han realizado algún contrato a través de Feafes, repiten.

Feafes puso en marcha el programa de acceso al empleo hace casi una década. El colectivo selecciona a los enfermos preparados para entrar al mercado laboral y les ayuda a hacerlo. Durante el tiempo que están contratados realiza además un seguimiento a su día a día en la empresa "para que se sienta seguro y para ayudarle a resolver cualquier conflicto laboral que pueda afectarle", concreta el responsable de empleo de la asociación.

Desde entonces, la cifra de contrataciones se ha ido incrementando, aunque la crisis también les haya afectado. En el año 2010 lograron 28 contratos.

El perfil

Los jóvenes son los que más fácil tienen acceder al mercado laboral. La razón es la evolución que han tenido los tratamientos en la última década, que permiten tener un mayor control de la enfermedad desde que se produce el diagnóstico, que suele ser entre los 16 y los 18 años.

Fue a los 18 años cuando los médicos pusieron un nombre a lo que le sucedía a César Andrada. Desde que era un niño profesores y médicos advirtieron que era "alguien especial", cuenta Felipa Malpartida, presidenta de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Cáceres (Feafes) y madre de César. "Básicamente le costaba adaptarse a las clases", añade. Así que comenzó a recibir atención psicológica, sin saber qué era lo que pasaba con él. Cuando se acercaba a la mayoría de edad "le avisaron para hacer el servicio militar --que en ese momento era obligatorio-- y aunque alegamos para evitar que se fuera, nos lo denegaron", recuerda la madre. Así que se marchó al destino asignado y 15 días después avisaron a la familia porque los mandos militares también advirtieron que a César le sucedía algo. Fue entonces cuando tuvieron un primer diagnóstico, esquizofrenia, que en una revisión posterior se confirmó como transtorno bipolar.

"Fue un alivio tener un nombre, porque al principio estás muy perdido", recuerda Felipa Malpartida sobre el momento en el que recibieron el diagnóstico.

A partir de entonces todo fue sobre ruedas. César comenzó a encadenar diferentes contratos en distintas actividades, el último como lavacoches en el servicio oficial de una conocida marca. "Nunca ha tenido un problema en el trabajo", advierte Felipa Malpartida. Pero cuando la firma cambió de dueño en Cáceres cambiaron a toda la plantilla, "así que él también se quedó en la calle", recuerda la madre. En ese momento, César Andrada ya se había convertido en el pinchadiscos habitual del Submarino, el local que ahora regenta él mismo.

"La música es lo que más me gusta. De todo tipo, pero fundamentalmente la electrónica, el pop y el rock", reconoce el joven empresario. Los antiguos dueños sabían que cuando él tocaba, el local se llenaba, así que comenzó a trabajar allí todas las noches.

"Tener una ocupación hace que pienses menos en la enfermedad, le das menos importancia al problema porque tienes otras cosas en las que pensar", afirma el empresario.

De hecho, los datos dicen que las personas con enfermedad mental que tienen un empleo son más responsables con sus revisiones y a la hora de tomar la medicación, y el índice de ingresos por crisis en su enfermedad se reduce notablemente.

La experiencia de la familia de César Andrada lo corrobora recordando la situación que vivió el joven cuando se planteó el cierre del local que le abocaba al paro. Por eso cuando los dueños del Submarino decidieron dejar la actividad, la familia dio un paso al frente y le ayudaron a convertirse en empresario. Dos años después, César Andrada demuestra cada día que, como todos, con un poco de apoyo está preparado para saltar cualquier barrera que se ponga ante él.