María Antonia Polo Cordero cosía a la aristocracia cacereña y a las señoras más potentadas del mundo rural que aliviaron a su familia de muchas necesidades. «¿Qué le debo señora María Antonia?» , le preguntaban las clientas. «Me traiga usted garbanzos y harina», respondía la reconocida modista. María Antonia se casó con Miguel García Figueroa, un artista marmolista que tenía su taller en la casa parroquial de la calle San Antón donde también cosía su mujer. A él se deben los mármoles del Gobierno Civil y del Palacio de Justicia, dos de sus obras más señeras. A Miguel lo metieron en la cárcel porque en esa época todo el que no estuviera de acuerdo con el régimen ya era rojo, así que acabó en la prisión provincial de la carretera de Monroy. Miguel salió de la celda a los ocho meses porque tuvo la suerte de que nunca lo llevaron al pelotón, aunque como secuela le quedó una lesión de corazón que se lo llevó para siempre siete días antes de cumplir 52 años. Su estancia en la cárcel hizo que un cura, siguiendo la caridad divina, invitara a Miguel y María Antonia a salir del piso arrendado en la casa parroquial. Entonces se fueron al 3 de la calle San Pedro (justo al lado de Montebianco).

Miguel trasladó su taller al Camino Llano, a La Churreta, que era la plaza situada detrás del edificio Norba y que la gente llamaba así porque era el lugar donde los cacereños iban a cagar. En la calle San Pedro María Antonia instaló su negocio. Allí cosía a los López Montenegro, a los Ordóñez, a los Murillo, a la baronesa de Velasco...

El matrimonio tuvo siete hijos: Encarnación, Miguel, Mauricio, Manolo, Antonio, Charete y Fernando. Aprovechando que la familia tenía un local en la calle Moret, una de las hijas, Encarnación, cogía allí puntos de medias y hacía rebecas, hasta que en la década de los 50, sus hermanos Fernando y Charete abrieron una modesta papelería, que antes de fin de año echará definitivamente el cierre.

En 1975 esa papelería se haría internacionalmente conocida gracias a un señor llamado Andrés Martín Piris que entonces era el cabo más antiguo de la plantilla de la policía municipal de Cáceres. Cuentan que el cabo Piris, al ver en el escaparate una lámina de la Maja Desnuda de Goya entró en la papelería y le dijo a Charete: «Puedo cerrar este negocio porque se vende pornografía y a esa que tiene usted ahí tiene que quitarla». Charete replicó al cabo: «¡Pues eso no se quita!» , «¡Pues yo pongo un oficio al gobernador!» , zanjó el cabo.

La acalorada discusión la escuchó el conocido decorador Antonio Girardi, que luego se encontró con un periodista del EXTREMADURA y que convirtió a Charete en Agustina de Aragón y a Cáceres en la chirigota nacional, sobre todo en la chirigota francesa porque las emisoras galas nos dieron mucha caña. Tanto fue así que el cabo Piris acabó inspirando un vodevil que se estrenó en Madrid y que tuvo un éxito sin precedentes.

El hijo de Encarnación, Fernando Jesús García Polo, ha llevado este negocio desde que en el 94 su tía Charete se jubiló y él lo rebautízó como Arte Cuadro Figueroa, especializado en las manualidades, las bellas artes y la papelería, aunque en realidad Fernando comenzó trabajando en el local junto a sus tíos cuando tenía 16 años. Tras estudiar 4º y Reválida en el Paideuteron, Fernando se dedicó durante un tiempo a la hostelería, primero en un hotel de Palma de Mallorca donde su madre trabajaba de gobernanta y luego en el Alcántara, hasta que se entregó en cuerpo y alma a Figueroa y a la restauración de imágenes, entre ellas las de la Cofradía de los Ramos o Santo Domingo.

Han sido 50 años los que Fernando se ha consagrado a este noble oficio en Moret, la calle donde se agolpaban míticos negocios como la Cervecería Castaño, La Catalana, Jamec, Civantos, Dulcería La Granja, La Estila o Calzados Merchán, en aquellos tiempos en que Moret tenía dos aceras y por ella pasaban los coches, solo de bajada, en dirección a la plaza de la Concepción. Ahora le toca a Fernando disfrutar de la merecida jubilación y un poco más de sus hijos, Sergio y Mario, fruto de su matrimonio con Ángela, y de sus nietos, Andrea y Mario. Cierra Figueroa y con ella una parte inolvidable de la castiza historia de Cáceres.