Si acudías al Teboo de Eduardo Rodríguez Sanjuan, al Barroco de David Vivas, al Latino's de los hermanos Tercero... allá que siempre te encontrabas con Satu, apostado en la barra con ese aire de dandi que aún conservaba hasta en sus últimos tiempos: corbata, pañuelo en la solapa, en ocasiones visera, siempre chaqueta y su esclava de plata con su nombre grabado. Saturnino Royo Galán, conocido por todos como Satu, falleció el pasado lunes a los 68 años víctima de un cáncer de pulmón. La misa funeral celebrada ayer sirvió para despedir al que ha sido el último rey de la noche, el último rey de La Madrila.

Satu nació en el seno de una familia de cuatro hermanos el 12 de enero de 1943 en Fuente Rocha, donde actualmente residía junto a su hermana Pilar. Tras las pocas lecciones de cultura general que aprendió de don Cándido, se puso a trabajar con tan solo 7 años y lo hizo como guía turístico de la parte antigua. Le enseñaron unas cuantas frases en distintos idiomas y se lanzó a la calle: "La porte de l'etoile, la maison de Les Golfines" , decía el bueno de Satu a los turistas.

No fue una infancia fácil la suya, marcada por el sarampión, la meningitis y el paludismo que le dejaron como secuela una epilepsia gracias a la que protagonizó una de las anécdotas más famosas que se recuerdan en Cáceres: Un día, tras un ataque, dieron por muerto a Satu, colocaron en el cuarto el ataud y cuando lo iban a cerrar se escuchó la voz de Satu: "Mama, pan" .

Otra anécdota no menos famosa que protagonizó fue una apuesta: comerse un jamón de siete kilos, con 14 bollos de pan y 16 Trinaranjus en dos horas y 20 minutos. Fue en el bar Los Angeles y lo consiguió. En otra ocasión logró comerse cinco kilos de chocolate en polvo y dos panes migados de un kilo cada uno.

Satu siempre supo ganarse la vida. Tras sus pinitos en el turismo se lanzó de lleno al mundo taurino. Durante siete años fue mozo de espadas de Morenito de Cáceres, trabajó de mayordomo de Palomo Linares. El cine también lo tocó Satu buscando extras para películas y todo tipo de atrezzos. Buscaba gallinas, burros, carromatos, ojos de toro, mujeres embarazadas, galanes, niños con carita de ángel en brazos de su madre. Su impronta la dejó en La fierecilla domada o El quinto jinete y conoció de cerca a Alain Delon, Ana Mariscal o Depardieu.

Fue guarda de parques y jardines, albañil, portero de la mítica discoteca Plató, frecuentaba el Bugatti y tuvo un romance con una secretaria de El Cordobés. Pero ante todo Satu fue un hombre amable, cariñoso y servicial que quedará para el recuerdo como nuestro último rey de La Madrila, nuestro último y más reciente rey de la noche.