TDtesde la antigüedad clásica han sido en Hispania los alcaldes los representantes más genuinos de la colectividad ciudadana; presidiendo y dirigiendo aquellos viejos "Municipios"--"Munia capere"-- que los romanos consideraban las células esenciales de recaudación, sobre las que se constituía el Imperio. Bien es cierto que entonces se denominaban a estos magistrados: "Ediles", "Duumviros" o "Curiales" y solamente podían estar desempeñados por hombres, los "Patres familias"; pues la mujer no gozaba entonces de derechos civiles. Tampoco la palabra "Alcalde" se usaba entonces, puesto que es un término árabe - "Al Qaid" - que introdujeron los musulmanes para designar a la misma función y a su titular.

Pero tanto en la Edad Antigua, como en la Medieval --y singularmente en la actual-- los Alcaldes siguen siendo los pivotes políticos sobre los que giran los problemas y servicios más cercanos a los ciudadanos. Los que resuelven los problemas más acuciantes y vitales de los pueblos. En definitiva: los que se preocupan con mayor eficacia y empeño de la vida urbana, social, familiar y política de las gentes normales que conviven en ciudades, villas o aldeas, formando el substrato social - el "vecindario" - de todos los Estados y Naciones.

En nuestro tiempo hay, además, otra novedad muy reciente que en los tiempos pretéritos era imposible: la mujer ha conquistado, desde principios del siglo XX, un estatus de igualdad con el varón, que la habilita para ser alcaldesa, o para cualquier otra categoría política, de las que estuvo apartada desde el principio de la Historia; y en esta novedad --exclusiva del "mundo occidental"-- reside el argumento de nuestro comentario.

Ediles, Alcaldes, Regidores, Corregidores o Síndicos Municipales ha habido siempre; unos buenos y otros malos. Unos honrados y otros corruptos. Unos electos y otros nombrados por la autoridad del rey o del dictador de turno. Pero al llegar la mujer a los Ayuntamientos también aquí ha habido cambios --al menos en España-- ya que en nuestro país el fenómeno es muy reciente, pues solo con la llegada de la democracia ha sido posible la igualdad y la racionalidad de estos cargos. Aunque todavía con muchas reticencias. Pero sin duda, en la mayoría de los casos, ellas han destacado por su mejor preparación; por su sentido integrador y familiar y por una mayor sensibilidad hacia los problemas domésticos del vecindario.

Todas las reglas tienen sus excepciones; y en el caso de las alcaldesas de ciertas ciudades mediterráneas, estas excepciones han sido clamorosas. Pero como norma general de la regla, las Regidoras Municipales actuales de las grandes ciudades --como Madrid y Barcelona-- destacan notablemente por su eficacia en la administración de los recursos --siempre escasos en los ámbitos municipales--, por su honradez ante la corrupción generalizada del Levante soleado, y por su sentido de la justicia, de afabilidad concejil y de proyección hacia los sectores sociales más necesitados.

Podríamos citar a varias ciudades y capitales gobernadas por ilustres alcaldesas, pero por no alargarnos en esta reflexión, hoy sí podemos decir que "Barcelona es bona" y "De Madrid al cielo" Los mejores ejemplos a imitar.