La cocina del Hospital San Pedro de Alcántara no se permite un solo fallo. Cualquier alimento en mal estado, cualquier virus de un trabajador, pueden agravar el estado de un enfermo. Por ello los controles son llamativamente estrictos. Nadie puede entrar del exterior, hay calzas, guantes y gorros de plásticos en el acceso, y la cocina tienen sus propios ascensores que comunican con todo el hospital.

El personal se somete a análisis periódicos y no puede acercarse a las comidas en caso de un simple catarro. La temperatura de los alimentos siempre está controlada, desde su origen hasta que se sirve al paciente. La loza se esteriliza en un tren de lavado que alcanza los 95 grados --limpia unos 1.600 platos al día--. Una envasadora plastifica los cubiertos para que no se toquen hasta que un enfermo los abra.

El hospital realiza controles internos de calidad todos los meses para comprobar la aceptación de los menús.