La principal herramienta de trabajo para iniciar que la policía científica comience su trabajo en este campo es tan sofisticada como una cámara fotográfica. Cuando reciben una denuncia por una pintada en la fachada de un edificio, en un vagón de tren o en cualquier otro vehículo, los agentes se trasladan al lugar en el que se han encontrado las pintadas para hacer un reportaje fotográfico encaminado ha obtener imágenes a nivel general, parcial y de detalle de las pintadas, e incluso letra por letra, con el fin de analizar mejor después los trazos. En estos casos siempre se emplea un testigo métrico para tener una referencia con la que comprobar el tamaño real.

"De esa forma podemos tener detalles de las distintas letras, números, signos y símbolos lo más detallado posible, que nos permita hacer un estudio pormenorizado de la grafía", señala José Luis García.

Pero no solo la grafía permite identificar al autor de la pintada. La policía analiza también otros indicios que pueden ayudar a esclarecer el caso, como las posibles huellas en los botes de spray que utilizan los grafiteros y que en ocasiones aparecen abandonados después de que una patrulla sorprenda a un grupo que realizaba una pintada. En esa tarea es en la que cuentan con el apoyo de la policía local.

El trabajo con los botes de espray para buscar huellas es igual al que se utiliza en la búsqueda de huellas para otro tipo de delitos. Se aplica cianoaclirato, un tipo de reactivo que da buenos resultados, porque se impregna en la grasa que dejan los dedos al tocar cualquier superficie. A continuación, la huella se digitaliza y se pasa al sistema centralizado en el que figuran todas las personas que cuentan con antecedentes penales con el fin de que, si está fichado, revele el nombre del autor de la pintada.