Fue en Semana Santa, en Cáceres no puede ser en otra fecha. Entre la procesión del Amparo y la del Cristo Negro saltó la noticia: Elena Nevado, la alcaldesa de la ciudad durante los últimos ocho años, se caía de la candidatura del PP a la alcaldía para las elecciones de mayo y le sustituía Rafael Mateos. El PP, ante un escenario de derrota electoral, se arriesgaba y sustituía a Nevado a poco más de un mes de las elecciones. Casi le sale bien la jugada porque Mateos era el alcalde la tarde anterior a la investidura. Pero al final falló lo único que no tenía que hacerlo. El PP justificó el cambio de Nevado porque con Mateos sería más fácil un acuerdo con Ciudadanos para alcanzar la alcaldía y lo que ocurrió al final fue que el desacuerdo entre PP y Cs fue el que dejó a Mateos sin el bastón de mando.

Los vaivenes del PP en la candidatura para el 26-M abrieron este año los cambios y giros en la política local, el más movido de la década. Antes del 26-M se celebraron las elecciones del 28-A, las primeras en 30 años que el PSOE ganaba en la ciudad, un triunfo que se repitió el 26-M y el 10-N, aunque el PP ya recortó la ventaja socialista en esta última cita. La victoria del PSOE se explica por la fragmentación del voto en la derecha, una división y desacuerdo que llevó al socialista Luis Salaya a la alcaldía. Gobernaba el más votado en las elecciones de mayo, un ejecutivo en minoría que se ha ido reforzando con el paso de los meses. No solo fue un triunfo de Salaya, sino también de dos de las personas que más cerca han estado del alcalde desde hace un lutro: Belén Fernández y Andrés Licerán, el portavoz y la cara del gobierno, además de ‘concejal para todo’.

Salaya rompía con ocho años de gobierno del PP, cumpliéndose la alternancia en el poder desde hace 40 años entre socialistas y populares. Inició su mandato con la sensación de un gobierno débil al que se acabarían uniendo los concejales de Ciudadanos para darle estabilidad. Pero los cambios habidos en Vox y en Cs en los últimos meses han fortalecido al gobierno de Salaya, que con solo nueve concejales puede acabar el mandato y gobernar hasta 2023.

Vox logró un concejal en las elecciones municipales de mayo y serían cuatro con la extrapolación de los resultados del 10-N, pero ahora no tiene ninguno. Su concejal, Teófilo Amores, dejó el partido en octubre, pero mantuvo el acta. Con estas dos decisiones, Amores cambiaba el escenario político en el ayuntamiento. Al no tener que someterse a la disciplina de voto de Vox se alejaba la posibilidad de una moción de censura y se reforzaba al gobierno en minoría de Salaya, que tiene más fácil contar con el voto de Amores, el número trece en una corporación de veinticinco.

El año se cerró con el terremoto que los resultados del 10-N provocaron en Ciudadanos en Cáceres. El grupo municipal se rompió en dos en noviembre y como resultado de esa fragmentación ha surgido un nuevo partido político, Cáceres Viva, que encabeza Francisco Alcántara, que irrumpió en la política local en marzo, cuando se anunció su candidatura a la alcaldía encabezando la lista de Ciudadanos. Su entrada en la política local ha sido la principal novedad este año, en ocho meses pasó del optimismo de los resultados del 28-A, que pusieron a Cs como el segundo partido más votado en la ciudad, a la decepción del 10-N. Su salida de Cs ha dado protagonismo a otra neófita en la política local, Raquel Preciados, que asumió en noviembre la portavocía de un mermado grupo municipal de Cs.

Ha sido un año de giros, movimientos, cambios y vaivenes en la política local de una ciudad donde a veces la monotonía solo la rompe el sonido de las cornetas y tambores de las procesiones de Semana Santa.