Se dice de él que tiene 2´5 millones de años y que es el desierto más grande del mundo. Se trata del Sáhara, un territorio inhóspito para cualquiera de los que nos quejamos del calor extremeño. Mucha gente piensa que los niños saharauis que vienen a España lo hacen para pasar unas buenas vacaciones. Sin embargo, una de las madres de acogida comenta que, en ese verano, los niños acuden a revisiones médicas, se van cargados de comida y regalos, y sobre todo, sobreviven. Esto es así porque en el Sahara es fácil alcanzar 50 grados a la sombra en la época estival, y eso es realmente calor.

Ayer, el presidente de la Diputación Provincial de Cáceres, Laureano León, charló con algunos de los 84 saharauis que han venido este verano a la provincia y que se reparten entre la capital, Casar de Cáceres y Sierra de Fuentes, y prometió seguir colaborando con esta buena causa. Atendió también a unos padres que, año tras año, acogen a niños saharauis, y le expusieron que el Ayuntamiento de Sierra de Fuentes no aporta fondos a esta labor solidaria, y que son ellos la única familia de acogida en este municipio. Esto no ocurre en las otras dos localidades cacereñas, ya que los niños entran gratis a la piscina; una pequeña ayuda simbólica que puede suponer mucho.

El cariño desde España

Los cacereños padres de acogida que acudieron a este encuentro, aseguran que se les toma muchísimo cariño porque "te regalan todo su amor incondicionalmente" y agradecen cualquier cosa que les das. "Sofocones cuando se van", decía un padre que este año acoge en su casa a dos saharauis. También comentan que es un gran desembolso de dinero, unos 600 euros por niño y que la crisis se ha notado, ya que algunas familias han desistido de traer a los chavales.

La pequeña Layla cuenta que se lo pasa muy bien aquí porque no hace tanto calor como en su pueblo. Hay varias piscinas y pueden comer hamburguesas, pizzas y perritos calientes. Además, entre los souvenirs que estos críos llevan de vuelta, es habitual encontrar una placa solar para la familia. El resto de niños coinciden en que les encanta venir a Extremadura, pero que también echan de menos a sus padres, aunque durante todo el verano siguen en contacto con ellos, hablando por teléfono y contándoles cómo viven lejos del desierto más grande del mundo.