El arte fue protagonista indiscutible ayer en Cáceres. La lluvia marcó la jornada pero no consiguió deslucir la segunda edición de La Noche del Patrimonio, que abrió hasta la medianoche torres, museos y palacios a cacereños y turistas.

Aunque obligó a desenfundar el paraguas, a última hora de la tarde el recinto amurallado ya concentraba una riada de asistentes en distintas direcciones que quisieron aprovechar la oportunidad que le brindó la propuesta para acceder a los espacios turísticos y conocer la ciudad. Los monumentos con más reclamo como la Torre de las Cigüeñas, que ofrece la mejor vista del casco antiguo y solo es accesible con inscripción previa, o la Torre del Horno, recién abierta al público, acapararon el interés de muchos y acumularon colas para entrar. Los más curiosos como la galería Kernel, Helga de Alvear o el museo de la historia de la computación, todos ya fuera del recinto intramuros, también acapararon la atención del aforo.

Este año como novedad, la iniciativa ha triplicado el número de edificios abiertos con hasta casi cuarenta, una cifra prácticamente imposible de recorrer en una noche y obligó a idearse un itinerario propio en función de los intereses. Así lo hizo la cacereña María Dolores Béjar, que después de subir el desnivel de 25 metros para llegar al mirador de la Torre de las Cigüeñas emprendía camino a La Casa del Mono. «Todo no da tiempo», sostuvo con el recorrido ya en la mente mientras aplaudió la iniciativa. «Me parece estupendo que se abran los monumentos para que los veamos», puso de manifiesto. Aparte del aplauso unánime de los vecinos, se sumó el elogio de los turistas, que calificaron la propuesta como «una grata sorpresa». «Sorprendidos» se mostraron también los voluntarios por la respuesta del público. Este año, también como novedad, la iniciativa ha contado con casi una treintena de personas que de manera altruista han querido colaborar y se repartieron por los recursos turísticos para coordinar las entradas y salidas.

La jornada arrancó en la plaza Mayor con la actuación de un grupo folclórico Boavista de Portalegre, que más tarde se trasladó al palacio de Carvajal, donde bordadoras portuguesas mostraron su trabajo. La banda municipal de música también interpretó su repertorio en las escalinatas del ayuntamiento. Aunque no se suspendió ninguna actuación del programa, las condiciones climatológicas si obligaron a reubicar algunos espectáculos como el de Sara Cano, previsto para la plaza de San Jorge. Se realizó en dos pases en el Palacio de los Golfines de Abajo. Salvo los cambios de última hora, la velada transcurrió sin incidencias y el arte fue el único protagonista, para algo abrió su casa.