Agridulce. Una única palabra para describir el comienzo de este nuevo año académico. Ensombrecida queda la ilusión por descubrir nuevos docentes, renovados conocimientos y el reencuentro en las aulas. En definitiva, el espíritu universitario que nos anima a seguir, queda eclipsado por las recientes novatadas.

La apertura del curso académico da lugar a un vandalismo disfrazado de jornadas de bienvenida. Actos que contemplamos con impotencia al quedar impunes en una semana en la que parece estar todo permitido. Mientras tanto, alimentos de primera necesidad invaden perdidos el Campus, palabras sin educación martillean nuestros oídos, a la vez que se suceden acciones destinadas a la humillación. Armas a las que nos enfrentamos cada nuevo año, dañando la imagen de estudiantes, de instituciones en las que forjamos nuestro destino y de la propia ciudad de Cáceres. Estas, son incapaces no sólo de presentar alternativas que las releguen al olvido, sino de educar para extinguir una práctica arcaica y deshumanizante.

Sin embargo, existen determinados estudiantes, docentes y miembros de la comunidad universitaria incapaces de mirar hacia otro lado. En ellos reside la esperanza de la Universidad, pues no dejan de realizar esfuerzos asiduos y extenuantes. Si bien, algunos de esos rostros llenos de ilusión han abandonado y abandonarán nuestros pasillos, como consecuencia de los altos costes en las tasas y los recortes de personal, hijos bastardos de los tijeretazos a los presupuestos en Educación. Por ellos, debemos ir a la fiesta de cumpleaños el próximo 24 de Octubre, ya que la huelga refleja la lucha por una Educación pública y de calidad que caracteriza este agridulce inicio de curso.