Me gusta ir al banco. Me da confianza eso de hablar directamente con quien está detrás de la mesa o en la ventanilla. Solemos charlar de qué tal nos va la vida, de que al fin han caído cuatro gotas y de que nos gusta vivir en Cáceres porque está cerca de todo, el aire es puro, se tapea bien y la gente es cariñosa. El otro día, sin embargo, dispuesto a hacer una transacción, un amable empleado me preguntó: «¿Miguel Ángel, sabe usted que existe la banca electrónica?», le respondí: «Claro, por supuesto». La banca electrónica, o también llamada banca virtual u online, es un servicio prestado por las entidades financieras que tiene como misión permitir a sus clientes realizar operaciones con sus productos a través de Internet.

Al día siguiente volví a aparecer por la entidad. Me preguntaron: «¿Miguel Ángel, sabe usted que existe el Bizum?». Respondí: «Claro, por supuesto». Bizum permite realizar pagos entre cuentas de diferentes entidades a través de una aplicación móvil. Lo pueden utilizar las personas que tengan una cuenta bancaria y un número de teléfono móvil, para lo que será necesario darse de alta en el banco y vincular la cuenta al número del celular. El método consiste en que el usuario activa el servicio en la app de su banco, elige el contacto de su agenda, que también tiene que haber activado Bizum, al cual quiere transferir una cantidad y el dinero, ¡tachán!, llega en unos segundos.

Después de salir de la sucursal fui a comprar al Eroski y al terminar me apetecía dar un paseo. Al llegar a la calle Oporto me percaté de que habían cerrado la oficina de CaixaBank. En ese momento me acordé de la banca electrónica y del Bizum, y me di cuenta de que sugiriendo estos productos, los empleados bancarios están cavando su propia tumba, cómplices de un sistema diabólico que sustituye el móvil por los trabajadores. No me extraña, si ya las relaciones amorosas se construyen, se sustentan y se zanjan a través del whatsapp, ¿por qué no hacerlo con algo tan material como es el dinero? Realmente somos idiotas.

Para superar el mal trago alargué mi paseo hasta Pinilla, donde desde hace 48 años lleva abierto el Bar Monroy. Es, después de Las Cancelas, en la plaza de Italia, el más antiguo de Cáceres. Ya van por la tercera generación familiar que lo regenta. ¿Su especialidad? El servicio al cliente. Cacereño donde los haya, en este establecimiento sí hay cara a cara: no hace falta la red social para beberse una buena cerveza.

El español y el catalán

En la barra del Monroy la clientela habla de muchas cosas. Cataluña no se escapa de estas tertulias y, curiosamente, nunca como ahora lo que pasa fuera de Extremadura ha tenido tanta repercusión en Cáceres. El martes, sin ir más lejos, hicieron una concentración solidaria frente a la Subdelegación del Gobierno pidiendo la amnistía de los políticos presos catalanes bajo el lema ‘La voz del pueblo no es delito’.

He de confesar que todo lo que está ocurriendo en Cataluña me sobrepasa, pero que me encanta el idioma y sus palabras sonoras, como ‘tingut’, ‘aixopluc’, ‘ginesta’ o ‘llibertat’. Y también me gusta el español, que por algo nos hemos enterado esta semana de que es el cuarto idioma más poderoso del mundo, con el inglés en primera posición, y ligeramente detrás del francés y el chino.

Los datos salen del informe ‘El español en el mundo 2019’, que cada año elabora el Instituto Cervantes y que en esta ocasión, como novedad, se ha presentado en Nueva York. El motivo es que Estados Unidos es uno de los pulsos que tendrá que afrontar el castellano en los próximos años si quiere seguir creciendo, más aún con un presidente como Donald Trump tan obsesionado con la inmigración. De manera que estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres es un acierto porque, a tenor de los datos, nuestro idioma tiene futuro.

En esto de las lenguas no acierto a entender cómo las palabras pueden ser motivo de división y de fronteras, cuando nada hay más enriquecedor para el intelecto que el dominio de los idiomas. Ellos te ayudan a conocer el mundo, a ver más allá de tus narices.

Hablando de cómo las cuestiones nacionales llegan hasta esta orilla del Guadiloba, llevamos un otoño en el que Vox ha sido el gran protagonista de la actualidad política cacereña. Hemos tenido por aquí a Santiago Abascal, que llenó en su mitin en el Hotel Extremadura, y días más tarde al portavoz del partido en la Cámara Baja y vicesecretario de Relaciones Internacionales, Iván Espinosa de los Monteros, que vimos junto a Magdalena Nevado, presidenta de la comisiòn gestora de Vox en Cáceres, a las puertas de la estación de Renfe, ambos fotografiados por el periodista cacereño Eduardo Villanueva en una imagen que parecía que estaban jugando «al corro de la patata comeremos ensalada, lo que comen los señores, naranjitas y limones».

Magdalena dijo que Vox pedirá al edil no adscrito del Ayuntamiento de Cáceres, Teófilo Amores, que se ha desvinculado del partido, su acta de concejal. Y lleva más razón que una santa porque, qué quieren que les diga, irte de un partido y quedarte en el sillón no es más que un fraude a todos los votantes que depositaron su confianza en unas siglas. Qué pereza de política, qué decepcionante para los ciudadanos, qué razón que aumente el número de descreídos. Menos mal que siempre me quedará la Multitienda El Badulake de Vir, que lleva abierta siete años en Reyes Huertas y que regenta Rosa Nevado. Te saca del apuro y es la idónea para llenar tu bolsa de chucherías mientras ves ‘Rick y Morty’, serie de increíble calidad humorística, reflexiva y crítica. Analizando el percal, si sus personajes pasasen por aquí no dejarían títere con cabeza.