En el Consum de Camino Llano hay una cajera distinta. O al menos Ana no la había visto hasta ahora. Se dedica a su trabajo con absoluta devoción. Con amabilidad pide a los clientes que guarden la cola y hasta presta su ayuda si los finos guantes del dispensador se resisten. Apenas hay existencias en los congelados (con lo buenas que están las croquetas de pollo), pero, atención, quedan dos sobres de levadura. Los últimos que Ana ha echado a la cesta, porque ayer, en el Provecaex de Antonio Silva no quedaba ni uno. Por cierto, en ese Provecaex la cajera sí que andaba malhumorada si veía entrar a algún comprador sin mascarilla. Lo cierto es que poca culpa tiene la cajera y poca culpa también tienen los compradores porque, según comenta la de la farmacia de Cánovas, llevan esperando mascarillas desde hace semanas y no terminan de llegar.

Pero vamos a lo de Ana y la suerte que ha tenido de encontrar esos sobres de levadura, que ahora vuelan porque, dicen, la gente tiene tiempo libre y se dedica a la repostería. "Ay, voy a romper la báscula", piensa Ana, que ya va camino de la farmacia de San Francisco en busca de paracetamol, y no porque le duela nada o tenga síntomas, qué va, sino porque lo del paracetamol a ella le causa un efecto placebo del carajo.

Y es que al principio fueron las mascarillas, luego les siguieron los geles desinfectantes y el alcohol y ahora les toca el turno a fármacos tan populares como este. Cuentan que fue en 1873 cuando Harmon Morse descubrió el paracetamol tras una reacción química anecdótica. La verdad es que los laboratorios que lo fabriquen deben estar haciéndose de oro, porque desde que la OMS ha dicho que con eso te libras del coronavirus, 'Todos somos Ana'.

De pronto Ana ha recordado que en el cajón de su mesilla de noche quedaba paracetamol, así que le ha pedido al farmacéutico, Bisolgrip, que alivia la congestión, la secreción nasal y el dolor asociado a procesos catarrales y gripales. El de la botica le ha dado a elegir entre uno de naranja y otro de chocolate. "¿De chocolate?", ha preguntado Ana. Dentro, detrás de la persiana, el chaval le ha respondido: "Yo no soy muy de estas cosas, pero hay que tomárselo con leche. Una vez lo probé, y está buenísimo". Ana, convencida, se ha llevado los dos. Le han cobrado algo más de 17 euros y la verdad es que le ha escocido. "¡Lo que hay que hacer por el coronavirus!", ha pensado mientras recogía la bolsa del guardiero.

Al llegar a casa, Ana ha abierto el sobre de levadura, ha encendido el fuego, y zas, le ha quedado una tarta que ni las de La Estila.