Una ciudad como la nuestra resulta difícil imaginársela sin nuestra Universidad. Cierto es que quizás podría haberse mantenido algún centro en el Cáceres intramuros, pero no es menos cierto que allá donde se encuentran las facultades y las escuelas, en nuestro campus, existe una necesidad recíproca de progreso y de bienestar. Tras las dificultades de estos tiempos, traducidas en recortes de becas para los alumnos o en una progresiva disminución de los recursos de la comunidad universitaria, encontramos un sector de población formado, ávido de involucrarse en nuestros colectivos y en nuestro desarrollo.

La ciudad de Cáceres, con su equipo de gobierno a la cabeza, tiene que vivir junto a la comunidad universitaria. Vivir de espaldas a la universidad implica retroceder muchos años. No es razonable la reducción en determinadas franjas horarias de la línea de autobús al campus, ni el acompañamiento a los alumnos en sus exámenes sin abrir bibliotecas en horario continuado, ni la falta de previsión en las ofertas de ocio en el inicio del curso, así como la escasa oferta cultural o abonos específicos para profesores o alumnos.

Es obvio reconocer todo lo que la universidad aporta a Cáceres. Nuestra ciudad es bien diferente desde que miles de jóvenes inundan sus calles a partir de septiembre con su talento y su afán por disfrutar de todo lo que a su alrededor sucede. Detrás de cada joven hay un proyecto de futuro. Debemos ser corresponsables de ello y asumir que, como cacereños, hacer la vida más fácil a la universidad supone avanzar y progresar en un espacio infinitamente mejor para todos.