2015, año del nombramiento de Cáceres como Capital Gastronómica española, fue tan solo el inicio de un impulso que reconoció la buena mesa de esta tierra y le dio el lugar que se merece. A día de hoy parece que ese impacto sigue teniendo una enorme repercusión, y que ha marcado una senda de mejoras en el arte culinario extremeño, que ya se ha convertido en una forma de hacer cultura dentro de la propia capital cacereña.

Ésa es al menos la sensación que se puede obtener a través de las declaraciones que han ofrecido a este diario los profesionales de la cocina, que por lo general ven el panorama culinario actual de la ciudad desde muy diferentes ópticas, mayormente positivas. Estas buenas sensaciones se reflejan principalmente en la exigencia del comensal una vez que se sienta a la mesa. «Realmente ahora sí se nota que el cliente que viene es el que te busca, el que sabe lo que le vas a ofrecer», afirma Guadalupe Bravo, maître de El 13 de San Antón.

Se deduce que tal cambio en la demanda bien podría tener que ver con este reconocimiento, ya que «todos los factores suman, Cáceres siempre ha sido una ciudad muy desarrollada en este arte, pero ahora desde luego lo es más, la influencia resultó evidente, y la campaña que se realizó hace tres años, sin duda influyó», afirma César Ráez, chef y propietario de Torre de Sande, y presidente de la asociación Acocyrex. Además, recuerda que Extremadura, como es sabido, tiene doce denominaciones de origen, y que por regla general, el cliente medio cuando se sienta a la mesa ya lo tiene en cuenta: «pide lo típico y lo tópico», pero ahora de una forma distinta, «se combina esa cocina tradicional extremeña, lo reconocido desde fuera, con lo moderno», recalca César Ráez.

Cristina Blanco, de El Figón de Eustaquio, deja claro por otro lado que aunque la relación con el cliente no ha cambiado necesariamente, sí que se nota cómo está más atento «tanto a la calidad de lo que se sirve, como al modo en el que le atiende el servicio». Algo que según Cristina, no tiene por qué deberse a los efectos de la capitalidad, sino a que en general «en cualquier ámbito todo está más exigente», señala.

Los profesionales del sector también subrayan las diferencias en el modo en el que ha incidido el reconocimiento que obtuvo la ciudad, en el ámbito local y en el nacional.

Según Toño Pérez, propietario del restaurante Atrio, «se nota más bien la presencia de personas de fuera de la ciudad por el renombre que se obtuvo a nivel nacional, y muy especialmente internacional. Un acontecimiento muy sonado, que llegó a oídos de muchas personas. Si a nuestra cocina viene más bien gente de fuera de España, creemos que fue por ese renombre conseguido».

Para Guadalupe Bravo, que explica que esa campaña estuvo destinada al turismo principalmente, sí que se percibe que los visitantes ya vienen «sabiendo lo que hay, porque al cliente se le educa, y sabe dónde tiene que pedir la carne, qué viene buscando, qué vino quiere, etcétera».

La apertura de espacios como la futura biblioteca gastronómica, que se habilitará en un edificio municipal de la calle Tiendas, evidencia este crecimiento de la buena mesa y la influencia que registra en la ciudad.