Hace apenas unos días, tomando el primer café de la mañana con "el Extremadura" en la mano, una conversación de unos jóvenes me llamó especialmente la atención. (No, aún no soy de las que sitúa la oreja cual "dispositivo profesional de escucha", simplemente es que tenían un volumen de voz que ni la Esteban en sus años mozos). El caso es que discutían sobre si el disfrazarse o no estos carnavales tenía sentido, como si tan sólo pudiera hacerse en otras ciudades, y se les pudiera tachar de raros por hacerlo aquí.

Eché la vista atrás, y recordé carnavales cacereños en los que, junto con mis compañeros del Nazaret, más tarde los del Pacheco y los de la facultad, bajábamos orgullosos disfrazados hasta la Plaza Mayor. Semanas antes preparábamos con mimo cada detalle del vestuario, e incluso variábamos de disfraz según si era el día gordo o no, siempre buscando un tándem originalidad-comodidad para el día.

Comprendo perfectamente que teniendo una ciudad vecina como Badajoz, en la que tal fiesta es de interés turístico nacional (olé por nuestros hermanos pacenses), y otras localidades cercanas como Navalmoral, donde la fiesta es de igual importancia, muchos conciudadanos decidan trasladarse hasta allí estos días, provistos de sus máscaras, sus trajes y sus ganas de pasarlo bien. Ojo, que aunque mencione éstas como las de mayor importancia, no me olvido de otras, léase Montánchez con su Jurramacho, por ejemplo, que goza de unas envidiables fiestas de carnaval bien arraigadas. En Cáceres, tales raíces hace tiempo dejaron de crecer y aunque nuestros dirigentes, y aún más, nuestros hosteleros, no se den por vencidos, parece que no hay quién las reviva. No obstante, considérenme positiva si les place, pero yo doy un voto de confianza a todos los que se mueven año tras año por reinventar --o resucitar más bien-- el Carnaval cacereño: Bailes de máscaras, concursos de disfraces, ofertas de consumiciones por maquillarse a lo Kiss o a lo Gaga , música en directo o espectáculos de distinta gama; son muchas las propuestas que en nuestra ciudad nos traen quienes se niegan a ver morir esta fiesta. Anímense a desempolvar los antifaces, e intentar, con ellos, resucitar el Carnaval en Cáceres.