Por otoño vuelven los Grimaldi, y esta vez con una representación muy nutrida. Carolina de Mónaco y su marido, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, junto con sus cuatro hijos (Andrea, Carlota y Pierre, fruto de la relación de la princesa con Stefano Casiraghi, y Alejandra, de su reciente matrimonio), están pasando el fin de semana en Cáceres, donde disfrutan de una de sus grandes aficiones: la caza. Y lo hacen en el complejo cinegético Santa Cristina, un enclave privilegiado de 500 hectáreas propiedad del conde de Trespalacios y gestionado por Fernando Díaz de Bustamante, quien desde hace años se convierte en anfitrión de la familia en sus frecuentes visitas a la región extremeña.

Según pudo confirmar ayer EL PERIODICO a través de distintas fuentes informativas, la familia al completo llegó durante la noche del viernes en avión al aeropuerto pacense de Talavera la Real, desde donde se desplazaron a las Golondrinas, una de las fincas incluidas en el complejo, a escasa distancia de Torremocha y a unos 20 kilómetros de Cáceres. Esta casa-palacio fue acondicionada por Bustamante para acoger a las personalidades más distinguidas que acuden a cazar a la finca, desde la realeza --la reina Margarita de Dinamarca y el príncipe Henrik de Monpezat o el rey Juan Carlos--, hasta empresarios de primera fila. La princesa Carolina y su familia pasarán el fin de semana en Santa Cristina, donde suelen disfrutar de la práctica cinegética, los paseos a caballo y la buena gastronomía española (paella, lentejas...). Hoy tienen previsto partir desde el mismo aeropuerto.

La ausencia de Rainiero

Fue el padre de la princesa quien descubrió los encantos del campo extremeño en 1975, cuando visitó la región con Grace Kelly y sus tres hijos. Desde entonces Rainiero ha realizado viajes periódicos para disfrutar de la dehesa y cazar perdices, aficiones que han heredado sus hijos, sobre todo Carolina, quien llegó a abatir hasta 700 ejemplares en el 2002. Precisamente algunos paisajes habrán recordado a la princesa la compañía de su padre, fallecido en abril del pasado año, con el que compartió estas jornadas en las tierras extremeñas. Es la primera vez que regresa tras su muerte.

Pero también la prensa del corazón espera cada año la llegada de los príncipes, que suelen visitar Extremadura entre octubre y noviembre. No en vano, se trata de una exclusiva bien pagada que atrae a los paparazis, siempre en busca de la última foto de Carolina.