Desde que se cerraron los colegios electorales de Andalucía, en la tarde del domingo 2 de diciembre, todos los políticos españoles -de cualquier clase y condición- han estado ‘bailando la Macarena’ para sacar algo de claridad sobre un proceso electoral enfangado, lleno de contradicciones, enrevesado y con los resultados más inciertos y faltos de lógica que se hayan podido dar a lo largo de los cuarenta años que llevamos de ‘vida’ democrática.

Sobre el tapete ‘blanco y verde’ andaluz quedaron enormes chaperones azules -de la vieja falange-; rebordes de negro fascismo y muchas sombras de no se sabe qué ideologías extrañas representan. Pues, a veces, se dicen liberales ‘de centro’, otras son claramente de ‘derechas’; y después de esta sorprendente ‘jornada electoral’ han quedado como una especie de ‘retén’ para secundar a unos o a otros -a las derechas o a las izquierdas- cuando les falten números para echar del poder a quienes gobiernen y poner a otros. Nunca ellos mismos - los Cs- que ni saben ni quieren gobernar. En Cataluña ganaron unos comicios autonómicos con amplia mayoría y no pasaron ni a recoger la llave para hacerse cargo de la Generalitat.

El postparto ha sido de lo más pintoresco y desconcertante. Y nos tememos que el ‘infante’ que nazca de esta ‘parida’ va a ser claramente subnormal.

El partido político que más votos sacó, pasando del millón, con 33 diputados en la Asamblea Andaluza, ha sido arrojado a la cuneta como ‘perdedor’ -incluso por sus propios ‘compañeros de viaje’; pidiendo a su lideresa que dimitiera por su ‘fracaso’.

En cambio, al grupúsculo residual, de extrema derecha, que obtuvo votos apenas para completar doce escaños, se le ha ensalzado como ganador, y todas las cadenas y periódicos le han proclamado héroe de la jornada. En titulares, entrevistas, reportajes y otras manifestaciones mediáticas, que demuestran el escaso nivel de calidad informativa en el que sobrevuelan sus reporteros.

El Partido Popular -el del ¿centro derecha?- ha visto una oportunidad de oro para sentarse en la poltrona presidencial sin ganar las elecciones. ¡Tanto como lo reclamaba en ocasiones muy recientes! Aunque sea pactando con la ‘caverna’; pues, visto que los andaluces siempre han votado progresismo y democracia, desde los tiempos -ya casi olvidados de la Transición- y no parecía posible arrebatarles el poder por la fuerza de las urnas; bueno sería plantear pactos secretos y espurios, en el fondo de alguna cueva de las más cercanas a Madrid -¡para que no se enterasen los andaluces! - y diseñar un gobierno autonómico de ‘fantasmagorías históricas’, en el que no quedara claro si se trataba de resolver problemas a los ciudadanos o crear otros nuevos sobre proyectos atávicos y medidas protohistóricas para festejar la Reconquista, defender los ‘Valores Hispánicos’ y volver a la ‘España Una, Grande y Libre’ que ya todos creíamos superada.

Más de una semana llevamos, los sufridos televidentes, soportando tertulias en las que no se hace más que chapotear en el lodazal político, en el que se está convirtiendo nuestra lacerada democracia. Desde, que ‘los sillones’, los ‘carguillos’ y las bajas aspiraciones personales de nuestros dirigentes se han convertido en los únicos objetivos de su trabajo.

¡Cuidado! ‘Quienes juegan con fuego, terminan abrasados’. Los axiomas de nuestros abuelos suelen ser ‘sabiduría en píldoras’ y poner acertadamente los puntos sobre las íes. Y la política, llevada a sus extremos, es uno de los materiales más combustibles.H