La vida política, como todas las actividades humanas, está llena de escenas ejemplares y otras muy chuscas. Referiré alguna de estas. La primera me la contó el alcalde de uno de nuestros pueblos que permaneció en el cargo varias legislaturas con mayorías absolutas militando en tres partidos diferentes. La adversarios políticos le acusaban de no tener influencia en la Diputación a pesar de ser diputado provincial, aunque estaba en la oposición. Algo debió conseguir cuando el pueblo le aclamaba de tal manera pero para tratar de acallarles, presumir de influencias y demostrar su poder le pidió al Presidente de la Diputación !que le diera varios ceniceros con el escudo de la institución! Llenó las dependencias municipales de su pueblo con ellos y aseguraba que aumentó su prestigio y les tapó la boca.

Esta otra me la contaron personas que presenciaron los actos. Cuando el presidente de una comunidad autónoma no muy lejana de nosotros visitaba un pueblo para algún acto oficial no dejaba de alabar al alcalde de la localidad ensalzando su tarea y poniendo de relieve su valía personal. Al terminar los actos y para despedirse le daba un fuerte abrazo y le decía: “ha sido un día magnífico. Todo ha salido muy bien. No sé cómo agradecerte el trato que me has dispensado. Para que veas lo que te quiero y admiro te regalo mi reloj». Se despojaba del cronógrafo y se lo daba. Otro abrazo que dejaba asombrado y eternamente agradecido al alcalde y muy satisfechos a los paisanos. Ya montado en su automóvil el jefe de gabinete abría una cartera repleta de relojes, sacaba uno que el Presidente colgaba de su muñeca y se dirigían a otro pueblo.

Y por fin una presenciada por mí que pone de manifiesto la ingenuidad e inexperiencia de los diputados de la primera legislatura en Extremadura. En la votación de una ley del PSOE votó en contra toda la oposición excepto un diputado de Alianza Popular. Al preguntarle sus compañeros por los motivos explicó: «Es que han dicho que lo hacen en beneficio de Extremadura».