Cinco años de prisión, tres por un delito de homicidio imprudente y dos por el de tenencia ilícita de armas, es la pena que el Juzgado de lo Penal ha impuesto a Samuel Guerra Méndez, el joven de 22 años que hace poco más de un año causó la muerte, de un disparo, al joven casareño de 24 Agustín Garzo.

En concepto de responsabilidad civil, el tribunal condena al acusado a indemnizar a los padres del fallecido con 100.000 euros "por el daño moral causado", y con 20.000 a su hermano.

Contra la sentencia del Juzgado de lo Penal cabe recurso de apelación ante la Audiencia Provincial. La defensa, ejercida por el letrado Francisco Elías, señaló ayer a este diario que recurrirá.

El caso por el que Samuel Guerra ha sido condenado, conocido como el crimen de Pintores, ocurrió el 17 de marzo del 2004. Samuel Guerra, Agustín Garzo e Ignacio Borrega, que estaban en el bar que regentaba el primero, decidieron irse a la casa del acusado, sita en la calle Pintores 11.

Ya en la vivienda, estando los tres alrededor de una mesa camilla del comedor, Samuel cogió una pistola detonadora manipulada para poder disparar balas, quitó el cargador "y sin comprobar si quedaba alguna bala en la recámara y creyendo que el arma estaba descargada, apuntó a Agustín y le disparó, alcanzándole en el cuello".

Agustín comenzó a quejarse y a respirar con dificultad, por lo que Ignacio y Samuel, tras tirar éste la pistola y su cargador al tejado del edificio de enfrente, ayudaron al herido a bajar a la calle, marchándose del lugar tras comprobar que se había avisado a los servicios sanitarios.

El herido falleció ese mismo día a las 23.30 horas de un shock hemorrágico agudo por lesión de la arteria carótida.

PROBADO El autor del disparo mortal fue detenido al día siguiente, y la titular del Juzgado número 3, que instruyó este caso, decretó su ingreso en prisión. Nueve meses después quedaba en libertad provisional.

En el juicio, el acusado manifestó que todo se debió a un accidente, que los tres habían tomado mucha cocaína y que apuntó y disparó al que dijo era "un buen amigo" jugando y pensando que la pistola, que aseguró no era suya, estaba descargada.

Para el tribunal que juzgó a Samuel Guerra ha quedado probado que éste es autor de un homicidio, aunque imprudente, "puesto que el acusado, en ningún momento, tuvo intención de matar", y de un delito de tenencia ilícita de armas, ya que pese a su afirmación de que la pistola no era suya, en base a las declaraciones de testigos, "es claro que el arma estaba en su poder, conocía perfectamente su funcionamiento y era consciente y sabedor de la modificación que en ella se había hecho, pues sólo así puede explicarse su reacción cuando tras el disparo lo primero que hace es arrojarla por la ventana con el cargador".