Parecía que el cine en Cáceres agonizaba. Después de desaparecer las salas que estaban en Eroski, se quedaban solos los multicines Cáceres. A las parejas de novios ya no les importaba que hubiera o no cine para pasar una tarde de sábado o domingo. Preferían ir a pasear por Cánovas o elegían otro tipo de divertimento para pasar el rato libre. A las personas mayores también les había dejado de interesar el cine. Ya no les interesaban los temas que se trataban en las películas. Parecían aburrirles y preferían dedicar su tiempo a subir y bajar a la Montaña, que además era una prescripción facultativa, por eso de la edad.

Los niños ya no iban a ver a Superman, ni a Spiderman, ni siquiera a los traviesos Zipi y Zape-Parecía que Harry Potter había sido el último héroe que había encandilado a nuestros pequeños y, después de él, ya habían perdido el interés por sentarse en una butaca, tampoco demasiado cómoda, con un aplique de plástico de color para mantener elevados a algunos y no perderse ningún detalle de la película, con los ojos abiertos, y también la boca, para machacar las blancas palomitas regadas con su correspondiente refresco.

Y, efectivamente, esto parecía, porque cualquiera que se acercara el lunes pasado a las salas de los multicines Cáceres, vería y comprobaría que nada de lo que parecía antes era cierto ahora. La cola para entrar al cine daba la vuelta a la esquina de la Avenida de la Montaña, hasta una media hora antes de entrar en cada sesión. Se acumulaban en la fila gente de todo tipo y edad. Recordaba los buenos tiempos del cine, cuando después de agonizar las salas enormes de los cines tradicionales, se pusieron de moda las salas de los multicines, donde se estaba cómodo y te envolvía el sonido y la imagen como nunca antes lo había hecho.

Te hacían disfrutar del cine y la gente acudía a raudales a ver películas sin atender demasiado a la calidad del film, y sin ser un experto cinéfilo, sino sólo por el mero hecho de pasar una tarde a gusto viendo una película en el lugar más idóneo para hacerlo.

¿Qué había sucedido, entonces? Por qué la agonía del cine parecía, de pronto, que se llenaba de brotes verdes, de esos que están tan de moda ahora, para explicar que algo que está casi perdido, comienza a ver atisbos de recuperación?

XPUESx estaba muy claro, si se conocía la razón. Resulta que había aparecido unos días antes una promoción de la Fiesta del Cine. Aparecía en periódicos, en la radio y te daban información detallada en la página web www.fiestadelcine.com desde donde te podías descargar una acreditación que presentando con tu carnet de identidad, podías disfrutar de la película por, ¡agárrense! , 2,90 euros. Además, si comprabas un refresco, te regalaban el paquete de palomitas.

La respuesta fue inmediata. Un lunes normal y el cine lleno. El martes y el miércoles, en la misma línea. No hay que ser un lince, y esto se lo insinúo a los empresarios del cine, que deben darse cuenta que en esto de los precios del cine se han pasado diecisiete pueblos y medio.

XLO QUEx comenzó con tres euros y pico se convirtió, al ver los empresarios el tirón de las salas multicines, en cuatro euros, cuatro con cincuenta euros, cinco euros y el día del espectador un poco menos, y así vamos engañando hasta los seis euros, seis y pico y hasta siete y más en muchas salas en muchas ciudades españolas ¡ Un poco de cordura, señores empresarios, sobre todo en estos tiempos de crisis, donde lo único que no se ha congelado es el precio del cine! ¡Si a la gente nos gusta el cine! Lo que no nos gusta son los precios astronómicos que alcanzan las entradas.

Si algo funciona, la solución no es subir el precio para enriquecerse antes y que la tajada sea más gorda, sino mantener un precio que sea justo para todos, para los empresarios del cine y también para los espectadores.

Así los novios podrán volver a pasar la tarde en el cine, los mayores, además de seguir con los consejos de los médicos, se escaparán a ver alguna película entre paseo y paseo, y los pequeños seguirán teniendo la bendita costumbre de ponerse, de vez en cuando, ante una enorme pantalla, con sus mentes y sus inmensos ojos abiertos, dejándose ilusionar por las maravillas del cine.