Con demasiada frecuencia aparecen en los medios de comunicación protestas de los vecinos acerca del vandalismo que asola los parques y otro muy diferente mobiliario público de nuestra ciudad.

No se trata de una percepción subjetiva, pues los presupuestos del ayuntamiento dan fe de los cuantiosos dineros que suponen estos destrozos para el bolsillo del contribuyente. Ante ello, la autoridad municipal afirma: "me niego a que sea necesaria una policía represora".

Vale. Pero ¿cuál es la solución? Educación es la respuesta tópica. Pero los centros escolares llevan muchos años impartiendo educación cívica sin demasiado éxito como se ve. El gamberrismo asolador no puede salir gratis. De hecho no sale gratis en ninguna nación civilizada, pero aquí tan solo con nombrar la palabra "multa" algunos no se conforman con asegurar que solamente ve afán recaudatorio, sino que te tachan de fascista, de manera que nadie se atreve a sancionar ejemplar y disuasoriamente.

El resultado está ahí. El espectáculo de nuestras calles, parques y mobiliario no es el que desea la mayoría de los ciudadanos. Porque es necesario añadir que los vándalos son una minoría, aunque al parecer tienen inmunidad, ya que ningún responsable político quiere que los vándalos le llamen fascista.

¿Cuanto costará quemar un contenedor en París?

¿Qué multa te ponen en Viena si tiras papeles en la calle?

Pero nosotros somos más demócratas que nadie. O quizás aún tenemos complejo de dictadura.