Imposible evitar la referencia. Aquella mañana de noviembre me encontraba en el antedespacho del alcalde. Este en París y Cardalliaguet en la inauguración de un congreso en San Francisco. Recién llegado al ayuntamiento, no imaginaba lo que se me venía encima. Sonó el teléfono y un exultante Juan Iglesias me dio la primicia: "Somos Patrimonio de la Humanidad, comunícaselo a la ciudad". A los escasos sabuesos de la noticia se les iluminó el semblante y salieron corriendo para sus medios. Pobre de mí, concejal bisoño ante el peso de la historia. Me sentí importante y aun hoy conservo ese regusto. Veinte años después nos queda una declaración añeja y una ilusión que ha de renovarse cada día. Hemos de creer en nosotros mismos. Cáceres sigue hambrienta de cultura y los que más la tienen menos la comparten. Hace falta generosidad colectiva para dar y para darnos. Trabajo, mucho trabajo. Nuestra ciudad es de todos y yo me pierdo entre los asesores. Cáceres, esta hermosa mujer, merece mucho amor.