Últimamente la actividad política española anda aquejada de serias contaminaciones de virus muy resistentes, que están infectando los estratos más delicados y profundos de la sociedad, en aquellas comunidades autónomas que sienten como propias las características raciales, culturales o lingüísticas que las separan y alejan de las demás. Extendiendo las molestias, fiebres, ocultaciones y tergiversaciones de la verdad a los espacios más sensibles de sus órganos gubernativos, sociales o jurisdiccionales transferidos por la Constitución. Especialmente al sistema sanitario, a varios altos cargos responsables de salud y a muchos sectores de información y control de algunas de sus consejerías.

Los contagios no han sido solamente de «listeriosis»- como ocurrió en Andalucía hace unos meses -; o de «coronavirus», como ocurre actualmente en gran parte del universo oriental; sino que los síntomas más graves han sido por infecciones intelectuales, administrativas y sanitarias, que han sembrado de dudas y angustias a una buena parte de ciudadanos, que ya venían dudando de los «ruidos» y «desajustes» que habían perturbado sus fiestas y «rollos» veraniegos; desde que los simpatizantes y seguidores de los tres partidos del conocido «pacto trifálico» llegaran al poder y se repartiesen entre amigos, familiares y «nepotes» los cargos y poderes de la administración regional y municipal de varios pueblos y ciudades.

Precisamente, uno de los núcleos de infección más notables han sido los espacios pestilentes de estos sectores de la «ultraderecha», que conservan los viejos virus «nazis» y «fachas», que contaminaron a todo el continente el siglo pasado, con terribles consecuencias.

Entre los «forúnculos» más peligrosos y dañinos ha sido el de la corrupción, que aún sigue supurando por sus múltiples pústulas y «bubas», en procesos infecciosos repartidos por varias comunidades autónomas,como Madrid, Valencia, Murcia, Castilla León, etc. que podrían llegar a infectar a todo el Estado. Otro ha sido el «independentismo» o separatismo catalán; el «cantonalismo» rural y el «clientelismo» o «caciquismo» vecinal, iniciado en Teruel y con visos de contaminar todo el espacio provinciano y comarcal.Todos ellos son peligrosos y dispersantes, pues tienden a crear «líderes» y «caciques» allí donde aparezca algún «virus» que chille algo más que sus convecinos.

Dice un viejo axioma castellano que «sabe más el diablo por viejo que por diablo». Lo cual se traduce en que se aprende más de la experiencia que de la Ciencia; y los miembros del PP tienen mucha experiencia en esto de repartir porcentajes, «blanquear» cajas «B», abrir empresas «off shore» en paraísos fiscales y dejarlo todo «manga por hombro», allí donde gobernaren: Sanidad, Educación, Atenciones Sociales, etc. Lo que unido a la mentalidad «ultra» de VOX y a la total falta de experiencia de Cs. pueden convertir el inmediato futuro del país en una «Casa de Bernarda Alba», como la representó García Lorca.

Los últimos debates habidos en los diversos parlamentos con que hoy cuenta España, han demostrado que el nivel intelectual de nuestros diputados y senadores - en sus dispersas minorías - han caído muy notablemente desde los bajos estratos en los que se movían con antelación; llegando a rozar en sus opiniones y sentencias la altura del betún.

Muy especialmente su flamante «leader»en la última de sus entrevistas con el Presidente del gobierno, donde ha demostrado su «experimentada» habilidad de separar los temas más relevantes por los que está pasando actualmente el País: desigualdad social, abusos en la tasación de los bienes agrícolas y ganaderos por parte de las empresas distribuidoras e inversoras, falta de atenciones sociales a los sectores más desfavorecidos de la población y desfases fiscales en cuanto a la tributación de las grandes corporaciones tecnológicas, financieras o especulativas, que monopolizan hoy el «gran mercado» de la comunicación y la información.

Al perder los papeles, los Partidos que se consideran «de centro» y «de derechas», han perdido también su orientación en el extenso campo social; debatiéndose entre los «palos de ciego» y el de «tonto el último», que parece ser su consigna para no quedarse descolocado en el cuadro general de la actualidad.

*Catedrático