--¿Y su relación profesional con esta ciudad cuál fue?

-- El primer trabajo que tuve al terminar la carrera, aproximadamente en el año 55, fue en Cáceres, en el Instituto Nacional de Colonización, desde el que dirigí varios poblados, como el de Vegaviana, La Moheda, Rincón de Ballesteros, el Rincón del Obispo... Estuve unos tres años, pues mi socio, Casariego, me llamó para decirme que tenía trabajo en Madrid para mí y como me interesaba me marché. Pero poco después me llamaron del Instituto de la Vivienda porque lo estaban reorganizando y necesitaban una persona que tuviera relación con Cáceres, y volví, aunque siempre con la idea de regresar a Madrid. Por eso, unos dos años después, cuando terminó la carrera Joaquín Silos y me sustituyó, yo me marché.

--Cinco años de profesión en la ciudad y un contacto personal constante posterior le habrán servido para ir viendo la evolución de Cáceres desde el punto de vista urbanístico, arquitectónico..., ¿cómo lo valora?

-- Cáceres ha cambiado muchísimo. Como en todas partes, hay cosas buenas y cosas malas, hay arquitectos más brillantes que otros y hay edificios que son mejores y otros que están peor. De todas formas, desde el punto de vista urbanístico yo creo que la ciudad no está mal, va hacia la modernidad, no hay muchas alturas, hay avenidas grandes, bulevares... Está muy bien.

-- Cáceres quedó atrás y comenzó su vertiginosa carrera profesional, siempre con su socio Pedro Casariego --hoy ya fallecido--, pese a que dicen que los matrimonios entre arquitectos duran poco.

-- Pues sí, toda mi vida trabajé con él. Eramos amigos y encajamos muy bien. Eramos tranquilos y la nuestra no era una relación de negocios, sino de amistad, por eso fue estupenda. Hicimos más de 200 proyectos.

-- Pero el Windsor tuvo un significado especial por ser el primer rascacielos de Madrid...

-- Hombre, yo no llamaría rascacielos a un edificio de 106 metros, pero así se le considera, y la verdad es que en su día fue el más alto de Madrid.

-- ¿Cómo se acogió en España, hace 30 años, un edificio así? ¿Les tacharon de locos?

-- No fue para tanto. A unos les pareció bien, a otros no, pero lo cierto es que en la época se consideraba un prestigio para una ciudad tener rascacielos.

--Y un rascacielos llama a otro.

-- Sí, es como un especie de efecto dominó. Haces un edificio, queda bien, a la gente le gusta y te encargan más. De hecho, por hacer el Windsor me encargaron la dirección del edificio Picasso. Ahora ya no hacemos oficinas y, en cambio, estamos haciendo tres hospitales grandísimos, en Murcia, Logroño y Santander.

--¿Y cómo estando tan volcados en proyectar hospitales no se han presentado al concurso para el de Cáceres?

-- La verdad es que me he enterado precisamente este fin de semana en Cáceres de que se iba a hacer un nuevo hospital. Siempre recibimos información sobre proyectos, concursos..., pero quizás cuando se publicó el de Cáceres era un momento en que teníamos mucho trabajo y tampoco queremos abarcar mucho, porque si lo haces no trabajas bien.

-- De cara al futuro, ¿le gustaría participar en el proyecto del Windsor II?

-- Sí claro, y sería relativamente parecido, porque es lo más que se puede hacer en ese lugar, o sea, que no se puede levantar ni una planta más, ni hacer algo muy diferente.