Los vecinos de la parte antigua aseguran estar "hartos" del trasiego de vehículos que soportan sus calles y de la cantidad de coches aparcados "por todos lados". Afirman que tres años y medio después de la restricción del casco histórico al tráfico rodado "todo sigue exactamente como antes", y por tanto "el cierre no ha sido real", lamentó ayer el presidente vecinal, Luis García, que se hace eco del malestar creciente entre los residentes. Pero pronto llegarán medidas. El alcalde en funciones, José Joaquín Rumbo, avanzó ayer que en septiembre se modificará el sistema de control, con el cambio de todas las tarjetas por otras nuevas para reajustar el acceso de los vehículos a la zona.

La indignación de los vecinos estriba en que son ellos quienes soportan a diario los inconvenientes de la restricción, "mientras que el ayuntamiento se muestra permisivo y esto parece una feria", subraya Luis García. El cierre se llevó a cabo el 3 de febrero del 2003 y a partir de ese momento sólo se permitió el paso a residentes, dueños de negocios, vehículos de emergencia y transportes de carga y descarga, pero los vecinos pronto comenzaron a quejarse de que la norma no se llevaba a la práctica, y su malestar ha ido en aumento.

BODAS, FUNCIONARIOS... "Aquí entra todo el mundo: en las bodas pasan los vehículos que quieren, los trabajadores de la diputación acceden a diario, los de la universidad ya ocupan la plaza de Caldereros con sus coches, el aljibe está lleno y el entorno del museo provincial parece un auténtico párking. La gente entra y estaciona en cualquier sitio a todas horas", denuncia la directiva vecinal. "¿De qué sirve entonces el cierre?", se plantea.

En cambio, el presidente recuerda que ésta es una de las pocas ciudades donde los residentes del casco histórico se han mostrado favorables al cierre al tráfico, pese a las incomodidades que genera. "Es una lástima que se haya perdido una oportunidad así, que no se haga correctamente", indica. "No pedimos una zona residencial acotada. Hablamos de proteger la parte histórica, las calles y edificios de una ciudad patrimonio, aunque nos perjudique. Se supone que estos conceptos están asumidos, pero no lo parece", agrega.

La directiva espera que se adopten soluciones para paliar este trasiego. "Agosto supone un respiro, pero en cuanto comience septiembre y se retomen las actividades habituales volveremos a sufrir las mismas condiciones", lamenta García. No obstante, la nueva medida del ayuntamiento está ya prevista para el próximo mes. "Las tarjetas serán anuladas y sustituidas por otras nuevas, más controladas, con el fin de volver a la normalidad que tuvo la restricción en sus primeros tiempos", dijo Rumbo.

RUMBO LO RECONOCE El alcalde en funciones reconoció que existen problemas en este aspecto: "Estoy de acuerdo con las quejas de la directiva vecinal, porque los pivotes de los accesos están puestos para algo. En efecto, comenzamos muy rígidos con los controles, poco a poco las cosas se van relajando y al final pasan más vehículos de los que debieran", indicó. No obstante, dejó claro que las normas están para cumplirlas "y si accede alguien más con su coche, ni está previsto ni debe permitirse".

A partir de este ajuste en las tarjetas se mantendrán las mismas limitaciones establecidas desde el inicio del cierre de la ciudad monumental, es decir, sólo podrán acceder y aparcar los residentes, los servicios de emergencia --bomberos, policía, ambulancias...-- y los transportes de carga y descarga, "además de algún caso muy justificado de discapacidad o similar", matizó el alcalde en funciones.